COOPERSTOWN, Nueva York – Con la exaltación este fin de semana de Ken Griffey Jr. y Mike Piazza al Salón de la Fama, contamos con dos estelares del bateo subidos a Grandes Ligas a finales de la década de los 80 y principios de los 90 inmortalizados en Cooperstown.
Mike Piazza and Ken Griffey Jr.De la generación de los dos nuevos miembros del Salón, faltan nombres como Barry Bonds, el dominicano Sammy Sosa, Mark McGwire, el cubano Rafael Palmeiro y el puertorriqueño Juan Igor González, entre otros. También se puede hablar de los méritos de figuras como Fred McGriff, el boricua Edgar Martínez y Larry Walker.
Y tampoco podemos olvidarnos de Roger Clemens en el montículo.
Lo que está claro es que Griffey y Piazza salieron ilesos, al menos en cuanto al Salón se refiere, de la denominada Era de los Esteroides. Bonds, Sosa, McGwire, Palmeiro, González y Clemens, más algunos otros de su época, claramente han caído víctimas de la mala fama—legítima o no, usted puede debatir ese tema aparte—de las sospechas de uso de sustancias para aumentar el rendimiento.
En el caso de Griffey, no hubo vínculos con esteroides ni sospechas del uso de los mismos. Lo único que podrían alegar los críticos (si es que los hay) del ex jardinero de los Marineros, Rojos y Medias Blancas es que rindió de manera espectacular en plena Era de los Esteroides. Eso no fue ni remotamente suficiente para que los votantes lo dejaran fuera de Cooperstown.
Cuando se habla de Piazza, la situación es un poco más complicada. El ex receptor de los Dodgers, Marlins, Mets, Padres y Atléticos reconoció hace 14 años que durante un breve tiempo en su carrera consumió androstenediona, la famosa sustancia legal que se encontró en el casillero de McGwire en 1998 y que posteriormente fue prohibida por MLB.
Afirma Piazza que dejó de usarla al no ver diferencia alguna en sus músculos.
La otra sospecha con Piazza, quien en su carrera puso números ofensivos sin precedente para un receptor—también en medio de la Era de los Esteroides—es que se le vio con mucho acné en la espalda en algunos momentos, un indicio de ciertas etapas de los ciclos del consumo de esteroides.
Pero al fin y al cabo, Piazza también tuvo suficiente credibilidad entre los votantes para ser elegido a Cooperstown. De mi parte, estoy contento tanto por Piazza como por Griffey, dos jugadores que brindaron un sinnúmero de momentos emocionantes en el terreno de juego.
La pena, por supuesto, es que hubo muchos otros de su época que hicieron lo mismo y que al parecer jamás tendrán su placa en el Salón de la Fama.
Sea correcto o no dejar fuera de Cooperstown a los jugadores emblemáticos de la Era de los Esteroides es una conversación bien complicada con muchas respuestas posibles, pero ninguna que sea definitiva. El lamento es el siguiente: una era ignorada, en gran medida, en el lugar más celebrado del béisbol. http://lasmayores.mlblogs.com/