No deja de llamar la atención que en la oposición al aborto terapéutico quienes llevan la voz cantante sean hombres.
Sacerdotes, pastores y políticos son los opositores acérrimos a que cualquier tipo de aborto sea posible, hasta cuando esté en riesgo la vida de la madre. Hombres que actúan como si ellos fueran los que salen embarazados, como si ellos parieran.
Lo mismo ocurre en el ultraconservador Tribunal Constitucional. Claro, está integrado mayoritariamente por hombres. Y eso explica sus decisiones cerradas a cualquier posibilidad del aborto.
Anote, que pocas mujeres, políticas, legisladoras, empresarias, incluso religiosas, salen como fieras, como lo hacen ciertos hombres, a oponerse al aborto terapéutico. Ellas saben lo que representa un embarazo complicado, sea por que lo han vivido en carne propia, o han visto una hermana o hija padecerlo, y por eso exhiben la debida prudencia en este debate.
Ciertos hombres no, hablan del caso como si estuvieran abordando cualquier asunto callejero, algunos de ellos reflejando en sus rostros cierta contrariedad con lo que están afirmando. Pero esa es la vida.
Y es que, además del hombre no salir embarazado, ni parir, cuando en un hogar se presenta el caso de una esposa que deba abortar, el hombre deja en la madre de ésta la solución; si el caso es de una hija, probablemente es a la esposa que le dice: “resuelve eso”.
Es cierto que se debe tener controles sobre este asunto, pero en ningún caso una decisión legal debe obviar las atenuantes que se puedan presentar en el embarazo de una mujer, como ha sido debidamente planteado por sectores sensatos alejados de la politiquería.
Lo contradictorio de todo esto es que muchos de quienes cierran la posibilidad al aborto terapéutico, son los mismos que se oponen a acciones preventivas para evitar los embarazos, como la educación sexual en las escuelas y el uso de preservativos.
El Senado, por conveniencias políticas, aprobará el proyecto prohibiendo de manera radical todo tipo de aborto, pero eso no va a resolver el problema, porque los embarazos seguirán, las razones para abortar también, y la ley será letra muerta.
Pero así es mejor, todo porque nadie quiere pagar el costo político de decidir lo que se debe, y por eso se aprueba lo que conviene.