De entrada, el señor Donald Trump, candidato presidencial del Partido Republicano, representa el lanzamiento de una bomba de racimo que ha dinamitado el estatus quo del sistema partidario en los Estados Unidos y puesto de cabeza lo que hasta ahora operó como una regla no escrita pero funcional.
La norma de que los candidatos presidenciales de los dos principales partidos en las últimas décadas—y por ende los últimos presidentes—salían de las gobernaciones estatales o del Congreso, se rompe en esta ocasión con el señor Trump, quien jamás ha ocupado una funcionó pública de ningún nivel ni servido en las Fuerzas Armadas, y quizá por ello confunde y cree que es lo mismo un reallity show que ser comandante en jefe de la principal nación del mundo.
No es nada sencillo el hecho de que es un advenedizo, un paracaídas en la política, lo cual, sin embargo, no es la parte más importante sino todo lo negativo que representa el pensamiento del señor Trump y su posible accionar desde la Casa Blanca en la eventualidad de ganar en noviembre. Por ello los aliados de Estados Unidos a nivel mundial tienen el estómago revuelto de los nervios.
El candidato republicano ha sugerido que de ganar la Presidencia revisaría el papel de Estados Unidos en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y recientemente también remachó sobre su intención de sacar a EE.UU de la Organización Mundial del Comercio (OMC, lo cual ha reforzado el miedo al tremendismo del abanderado republicano.
Es decir, que Trump no solo atemoriza a los hispanos con su discurso negativo, o a los musulmanes, o a los homosexuales; también se aterrorizan naciones aliadas de Estados Unidos y otras no aliadas pero importantes en el concierto internacional.
Los pronunciamientos del señor Trump durante la precampaña republicana dieron como resultado el alejamiento de importantes figuras del conservadurismo estadounidense, y el establecimiento del partido del elefante quiso poner distancia de un aspirante que se veía invencible internamente pero que, al mismo tiempo, significaba—y significa aun más—la negación del talante que debe adornar a quien lleve las riendas de una potencia como Estados Unidos.
Si por un azar no se sabe de quién el señor Trump puede vencer a Hillary Clinton, es verdad que el mundo anda loco.