Es hasta cierto punto complicado escribir acerca de un amigo que está pasando por un difícil trance con su salud, ya que puede interpretarse como que uno lo está despidiendo. Más aun cuando la idea es respaldar lo dicho por otros.
Me refiero a lo que han planteado algunos amigos acerca de la conveniencia de que el licenciado Hatuey De Campas fuera recibido con la palmas que merece en el Partido Revolucionario Dominicano, formación que debería abrirse al regreso de Hatuey y designarle como presidente honorario.
Pero, ¿presidente honorario un político que siempre ha estado en la línea de fuego desde que se enroló en la actividad muy temprano en la adolescencia? Eso como que no encaja en un dirigente de su perfil.
Adicional a que hace apenas dos meses Hatuey encabezó la boleta de su Partido Revolucionario Social Demócrata con el cual tuvo un desempeño discreto pero honroso, conforme le permitieron las circunstancias. Pero sobre todo, un rol desempeñado con gallardía, pues hasta hoy día es el único que sin dejar de resaltar los problemas del proceso, ha tenido la entereza de felicitar al presidente Danilo Medina por su triunfo, lo cual ha incrementado el respeto que esta sociedad le tiene a uno de los dirigentes políticos fundamentales en muchas facetas de la vida pública dominicana en medio siglo.
Bien. Aun cuando pudiese ser interpretado como un homenaje de despedida, no podemos sustraernos al pedido expresado por otros colegas para que Hatuey vuelva al PRD, organización de la cual estamos seguros nunca pensó salir y si lo hizo fue por las circunstancias conocidas de su férrea oposición a la reelección de Hipólito Mejía en 2004.
Con su posición vertical de ese momento, Hatuey se afianzó como un dirigente coherente que prefirió sacrificar su espacio en el PRD, del cual era presidente y líder en ese momento, antes que renunciar a sus convicciones sobre la reelección, las cuales no necesariamente hay que compartir, pero sí reconocerle que actúa como lo hacen pocos en nuestro ecosistema político.
En los apuros en que estaba la candidatura de Hipólito en 2004, Hatuey hubiera podido servirse con la cuchara grande arrimando su figura a ese proyecto. Pero no lo hizo. Superada aquella etapa, es hora de que el PRD le reciba por lo alto.