A Phelps le diagnosticaron de pequeño, con apenas siete años, trastornos por déficit de atención e hiperactividad, y desde entonces se dedicó a la natación con la intención de gastar toda aquella energía y ya a los 15 años formó parte del equipo olímpico a Sydney 2000.
Por Héctor Miranda, enviado especial
Río de Janeiro, 14 ago (PL) El nadador estadounidense Michael Phelps se convirtió en una leyenda y será recordado por los tiempos de los tiempos como uno de los más grandes deportistas de siempre, pero cualquier comparación sobre su figura puede pagar el precio de la subjetividad.
El Tiburón de Baltimore, como lo llama la prensa, dejó las piscinas con 28 medallas, 23 de ellas de oro, una cantidad que lo coloca por encima de la mayoría de los países del mundo con abrumadora diferencia.
Y los medios le intentan sacar filo y dicen que, de haber nacido en un país de Latinoamérica, ese solo estaría por detrás de Cuba y por delante, incluso, de Argentina, Brasil y México, las otras potencias históricas del deporte en la región.
Pero no es tan así, como algunos medios pretenden hacer ver, porque de haber nacido en un país latinoamericano cualquiera, lo más probable es que no se hubiera dedicado nunca a la natación, y de haberlo hecho, tal vez no tendría más que alguna medalla de Juegos Centroamericanos en su palmarés.
En el caso del ya mítico nadador coincidieron muchos factores, entre ellos su innegable talento y el haber nacido en Estados Unidos, una potencia del referido deporte, con todos los recursos necesarios para explotar su físico fenomenal.
De 31 años de edad y 1.93 metros de estatura, Phelps es patrocinado por AT&T, Subway, Speedo, Omega, Visa y PowerBar, los cuales, con seguridad, no se hubieran preocupado por él de haber nacido en Honduras, República Dominicana o Bolivia, por solo citar algunos de nuestros países.
Conocidos son los casos, en este siglo, de deportistas latinoamericanos que no encuentran patrocinadores que costeen su participación en competiciones internacionales, en ocasiones ni para facilitarles el vestuario.
A Phelps le diagnosticaron de pequeño, con apenas siete años, trastornos por déficit de atención e hiperactividad, y desde entonces se dedicó a la natación con la intención de gastar toda aquella energía y ya a los 15 años formó parte del equipo olímpico a Sydney 2000, aunque sin ganar medallas porque solamente alcanzó la final de los 200 mariposa, en la cual terminó quinto.
Desde entonces, su vida estuvo marcada por récords y medallas en campeonatos mundiales y Juegos Olímpicos, en estos últimos con una cifra de preseas que nadie imaginó jamás.
Si hubiera nacido en Latinoamérica, en África o en cualquier país de Asia -salvo las excepciones de siempre- tal vez hubiera tenido que trabajar desde pequeño para ayudar a la familia, sin aprender a nadar y quizá sin referencias sobre los Juegos Olímpicos.
Incluso, tal vez no ganaría dinero ni para pagarse la media docena de huevos hervidos que se come cada día, como parte de su rigurosa dieta, el llamado Tiburón de Baltimore.
Todo eso sin restarle un ápice de mérito a uno de los deportistas más talentosos de todos los tiempos, sin discusión.
BATIÓ RECORDS MILENARIOS.
El nadador estadounidense Michael Phelps negó hoy su sueño fuera superar las proezas del legendario Mark Spitz, pues quería hacer algo que nadie jamás hubiera logrado.
El Tiburón de Baltimore superó con creces los nueve títulos olímpicos ganados por Spitz entre 1968 y 1972, y con 23 coronas, de ellas 13 en pruebas individuales, se convirtió en el máximo ganador de títulos en la historia.
De hecho, tal cosecha supera incluso el récord de la Antigüedad, los 12 laureles ganados por el corredor Leonidas de Rodas hace dos milenios.
"Nunca se trató de ser el segundo Mark Spitz, si no el primer Michael Phelps, y eso era lo que realmente soñaba cuando era niño, conseguir algo sin precedentes", afirmó el hombre que ayer se despidió, supuestamente, de las albercas olímpicas.
Sin embargo, su rival y amigo Ryan Lochte duda del retiro, pues hace cuatro años Phelps también dijo adiós en Londres, pero volvió para colgarse cinco medallas de oro y una de plata en la Ciudad Maravillosa.
"Fui el único que lo advertí en 2012 y estaba en lo cierto, ahora lo repito, él regresará en 2020″, reiteró Lochte, quien planea volver a las albercas olímpicas en cuatro años y duda que su camarada Phelps lo abandone.
Además, Phelps tendrá 35 años para los Juegos Olímpicos de Tokio, la misma edad con la que su compatriota Anthony Ervin ganó aquí los 50 metros libre, convirtiéndose en el campeón más viejo de una prueba individual en la natación.