La historia -y es de lo que hablo- dio un giro diferente. Y fue Medina quien se encargó de dar ese vuelco, por eso es él y no Leonel, quien asume de nuevo como presidente de la República.
Si este 16 de agosto quien asumiera la presidencia de la República fuera Leonel Fernández, Danilo Medina aparecería como una “caricatura” en la historia de República Dominicana.
El contexto en que Medina llegó a la presidencia de la República, el 16 de agosto del 2012, lo matizaba como un mandatario preso de los intereses de su antecesor, que había posibilitado su ascenso para regresar cuatro años después, precisamente este 16 de agosto del 2016.
La historia -y es de lo que hablo- dio un giro diferente. Y fue Medina quien se encargó de dar ese vuelco, por eso es él y no Leonel, quien asume de nuevo como presidente de la República.
Por controversial que fuera la decisión de modificar la Carta Magna para optar por la lograda reelección, hubo en esta decisión, a mi modo de ver, un elemento no dicho ni escrito por Medina, y no es otro que el de revalidar su categoría histórica como líder político de la Nación, con carácter propio. Lo contrario habría ocurrido si le hubiese cedido la oportunidad a su compañero de partido, ya tres veces presidente de la República.
En sentido general, para el hombre político, más si se trata de un presidente de República Dominicana, la historia cuenta mucho; por eso su empeño en dejar un legado que le merezca el reconocimiento de las generaciones venideras. De ahí el celo por su obra y el interés que tienen los grandes líderes por no aparecer en las crónicas de los historiadores en planos secundarios.
Se puede tener la opinión que se tenga de la decisión de reelegirse del presidente Medina, y de lo que hizo para lograrlo, pero hay que reconocer que hubiese sido trágico para su figura histórica haber hecho lo contrario. Ello le habría supuesto, en el futuro, algunos párrafos de los historiadores presentándolo como alguien a quien Leonel Fernández le dio la oportunidad para que fuera presidente de la República y pasado cuatro años este último volviera a retomar el poder, pero no fue así.
Medina, un hombre de formación política e ideológica, conocedor de la historia dominicana, bien pudo comprender la realidad antes expuesta, y se empeñó en mostrar su talante de líder, revirtiendo lo que parecía ser un proceso histórico dentro de los continuos gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), pues había quienes entendían que quien jura por segunda vez como gobernante, no era más que un “presidente efímero”.
Al menos es una interpretación de un proceso muy reciente. El resto está por venir.