POR: LIC. MANUEL CRUZ
Aquel 16 de julio de 1945 cuando se realizó en nuevo México la llamada prueba Trinity, mediante la cual se procuraba verificar como al efecto se hizo, los avances y efectividad hasta ese momento del llamado proyecto Manhanttan, que consistió en la elaboración de armas nucleares que posteriormente fueron utilizadas en las ciudades Japonesas de Hiroshima y Nagasaki, el físico Julius Robert Oppenheimer a la sazón, cerebro científico de dichas bombas, allí mismo en estado de estupefacción al ver las pletoritas llamas y los 4,000 mil grados centígrados de calor emanados de esa prueba cuyos ojos no podían creer, solo alcanzó a pensar en aquella frase lapidaria del Bhagavad-gītā que dice, Me he convertido en la muerte destructora de mundos!
La frase y los Asesores Políticos
Dicha aseveración confirmada tiempo después por Oppenheimer, nos lleva a interpretar que posteriormente comprendió que, aún cuando estaba cumpliendo con su trabajo, se dio cuenta que estaba siendo cómplice de una futura desgracia de inconmensurables efectos, las mismas que queremos extrapolar al escenario de las ciencias políticas, hoy todos los que tenemos el privilegio o la desdicha de trabajar dentro del complejo campo de la consultoría política, sabemos perfectamente que si realizamos un estudio cualitativo como base fundamental de trabajo, más del 95 % de los encuestados externan que los políticos para ellos son una jauría de facinerosos, carentes de gratitud, de compromiso social, de honradez y una enjundiosa ausencia de valores morales etc, con lo cual, si analizamos el accionar de muchos pudiéramos decir que, esos conceptos se quedan cortos!
Ese camino hacia la desaparición de los valores y la entronización del individualismo no solo de los políticos, sino además, de la sociedad en su conjunto, fueron magistralmente expuestos por el gran politólogo estadounidense Francis Fukuyama en su obra La Gran Ruptura, que si bien es cierto que, al igual que los delitos, la falta de valores, de honradez, de compromiso social y de Estado de un político, son meramente parte de su responsabilidad civil y penal, no menos cierto es también, que quienes somos realmente culpables de complicidad somos los asesores, por ser autores intelectuales de elaborar estrategias efectivas, para adjudicarles victorias e imágenes fabricadas de liderazgos a través del marketing político a muchos energúmenos de baja estofa.
La complicidad de los Consultores
Es muy cierto que quienes asumimos la profesión de la consultoría política como modus vivendi, aspiramos todo el tiempo a obtener triunfos electorales que posteriormente generan opulentas fortunas y un fisonómico prestigio laboral, lo que para cualquier profesional es su objetivo final, sin embargo, una cosa es accionar aún fuera utilizando el famoso principio Maquiavélico de que el fin justifica los medios, para conseguir el triunfo de un individuo comprometido realmente con la generación de cambios estructurales y sociales del país desde cualquier posición, y otra cosa muy diferente es, poner a ganar y ocupar posiciones a bazofias que uno mismo sabe que hoy le piden a gritos a Dios que les permita triunfar y mañana hacen pactos con el mismo diablo para mantenerse y lucrarse de ese cargo y actuar como pirañas, en aras de devorar el erario público para ellos o para sus familiares más cercanos y con ello, convertirse en la muerte del Estado moderno al que aspiramos.
Cualquier acucioso consultor político desde que tiene la primera reunión con su posible producto/cliente, sabe inmediatamente si se encuentra frente a un individuo acreedor de los valores mínimos compartidos con sus homólogos de los que habla la filósofa española Adela Cortina, o si por el contrario, se encuentra próximo a convertirse en el Dr. Víctor Frankenstein creando un nuevo monstruo con recursos económicos, que muchas veces huelen a psicotrópicos y sustancias controladas, el cual se convertirá en la muerte del erario público, de la moral, del desarrollo, de las oportunidades, de la decencia, y de las futuras generaciones.
Tenemos que volver a la triangulación de la política de Dick Morris y colocarnos al lado de las aspiraciones del electorado, pues si seguimos por el camino del interés personal llevando a ganar a personas que deberían estar en el zafacón de la historia, entonces estamos encaminados a convertirnos en esa mercancía intercambiable y desechable de la que habla el filósofo y politólogo Francés Achille Mbembe en su obra Necropolítica, por esta razón hay que estar bien claros y saber definir, que es un futuro representante responsable con quien debemos contribuir y que es un bacilo social del que debemos disentir.