Nunca he ido a una guerra, pero he hablado de gente que si ha combatido en varias. Participar en una guerra es un acto obligatorio impuesto por determinadas circunstancias, me han dicho. El que participa en una guerra siempre anhela una pronta paz. Si hace lo contrario es porque, probablemente, se beneficia de ella. Colombia lleva más de 50 años en guerra.
Ahora, las partes en conflicto (gobierno y las FARC) han pactado un acuerdo de paz, y en un acto en La Habana el jueves, fundamentaron esa voluntad. Era evidente la sinceridad de quienes hablaron en nombre de las partes.
Es un viejo conflicto de agravios entre las partes del cual están arrepentidos. Un gesto noble y que merece ser apoyado por todo el continente, y más allá. Más aún, cuando se advierte que habrá una absurda resistencia dentro Colombia a este acuerdo.
Y no hay que dudarlo, los beneficiarios de la guerra son apasionados en la defensa de que la misma continúe. Comenzar un conflicto bélico es más fácil que terminarlo, porque los intereses que se generan son múltiples y los beneficios cuantiosos para los “señores de la guerra”.
¡Viva la paz en Colombia!