La presidenta suspendida de Brasil, Dilma Rousseff, se ha defendido antes quienes la juzgan, ante quienes ha dicho que habrá cometido errores en su gobierno, pero nunca ha traicionado a sus votantes.
“Voten contra mi” expresó Rousseff a los senadores que la juzgan, pero “no esperen de mí el silencio de los cobardes”.
Para ella no hay "justificación" en retirarla del cargo, que no ha "cometido ningún crimen" y ha calificado su destitución como un "golpe" que llevará a un gobierno usurpador.
Señaló a su sustituto, Michel Temer ( quien como vicepresidente la sustituye en forma interina desde que fue suspendida de sus funciones en mayo) por formar un gobierno sin mujeres "cuando el pueblo eligió a una mujer".
Además afirmó que lo que está en juego son "los avances sociales de los últimos 13 años". "No puedo dejar de sentir en la boca el sabor amargo de la injusticia", apostilló.
Durante casi una hora la mandataria -suspendida de su cargo desde el mes de mayo- explicó y fundamentó porque este proceso es ilegítimo. Al mismo tiempo que consideró que de concretarse el golpe de Estado, se va a "agravar la crisis brasileña".
Rousseff comenzó recordando su pasado como presa política de la última dictadura brasileña (1964 – 1985). “En la lucha contra la dictadura recibí en mi cuerpo las marcas de la tortura, sufrí la prisión por muchos años. Vi a mis compañeros ser violentados e incluso asesinados”, dijo. Asimismo subrayó que a pesar de "recibir el peso de la injusticia" sobre sus hombros, continuó "luchando por la democracia”. “Luche por una sociedad sin pobreza, ni excluidos. Me siento orgullosa de eso. Quién cree lucha”, afirmó.