La decisión de la embajada americana de revocar la visa diplomática y la visa personal de Roberto Rosario, presidente de la Junta Central Electoral, es sencillamente un abuso incalificable. Este accionar muestra una faceta de los norteamericanos que muchos pensábamos que ya era parte del pasado. Y resulta un tanto paradójico que a Roberto no le suspendieran la visa cuando era un militante revolucionario que combatía el imperialismo, y se la quiten ahora que es uno de los soportes fundamentales del funcionamiento de la democracia en la República Dominicana.
Roberto Rosario ha sido un gran funcionario público. Al frente de la JCE ha sentado cátedras como gerente. Es un hombre de ideas muy firmes y de un temperamento fuerte que muchas veces se acerca a la tozudez, pero es un hombre lleno de dignidad y de decoro, que sabe defender con profunda convicción todo lo que cree. He sido amigo de Roberto desde que siendo un jovencito dirigió de manera certera la Federación Nacional de Estudiantes Secundarios, y luego siendo un destacado dirigente estudiantil en la UASD. Cuando fue electo miembro de la JCE y posteriormente presidente de esa institución, nunca dudé de su capacidad para bien dirigirla y romper con los temores que siempre tenían los procesos electorales de nuestra nación. Y asimismo fue, incluido en el pasado proceso electoral.
La amenaza de esta decisión de la embajada, había sido anunciada por el propio Roberto en abril del presente año, cuando sostuvo una discusión con el actual embajador de Estados Unidos. Roberto se oponía, con justa razón, a una actitud de intromisión en el proceso electoral dominicano por parte de los representantes diplomáticos de esa nación del norte, cuya tradición en el pasado era meterse de lleno en los asuntos electorales dominicanos. Pero Roberto los frenó de golpe, con una actitud valiente y patriótica. Y al parecer, esa fue la razón que llevó a la embajada norteamericana a suspenderle la visa al presidente del poder electoral de la nación dominicana. Un hecho insólito, abusivo, condenable e incalificable.
Esta acción irracional del actual representante diplomático de Estados Unidos es la culminación de una serie de hechos plagados de intransigencia. Desde su designación ha actuado más como un militante de la causa gay que como funcionario diplomático, y en varias ocasiones ha mostrado niveles de intolerancia ante las críticas. Solo hay que recordar cuando impidieron la entrada del corresponsal del periódico Diario Libre a un actividad en la sede de la embajada, por el simple hecho de que ese diario fue el único que publicó una foto de una actividad gay en la piscina de la casa del embajador. Y su arrogante expresión en el almuerzo de la Cámara Americana de Comercio, pidiéndole a quienes no estén de acuerdo con él a que “entreguen sus visas americanas”.
La decisión de anular la visa oficial y personal de Roberto Rosario es una afrenta de los Estados Unidos a la República Dominicana. Ellos, como nación, tienen todo el derecho de darle visa a quien quieran. Pero también tienen todo el deber de respetar la institucionalidad de nuestra nación y no afectar a los funcionarios estatales que defienden los intereses de nuestra patria.
La decisión de la embajada americana contra Roberto Rosario es un abuso incalificable que debe ser rechazado por todos los que no sentimos hijos de Duarte, Sánchez, Mella, Luperón y Caamaño. La dignidad dominicana no tiene precio ni se humilla ante nadie.