Por Manuel Cruz. Desde que se conoció la destitución definitiva de Dilma Rousseff el pasado 31 de agosto, prácticamente toda la comunidad internacional en su conjunto, exceptuando obviamente, los Estados Unidos y sus acólitos, han reaccionado de manera enérgica y reprochable ante el acontecimiento suscitado en el hermano país de Brasil, hablo del famoso Impeachment o juicio político, mediante el cual se fusiló políticamente a la ex – presidenta Dilma, a través de unas no muy claras supuestas irregularidades administrativas y una subrepticia y bien orquestada jugada por parte del poder político opositor, calificado por la emotividad errónea y cuasi-mundialmente como un vil golpe de Estado.
Por qué no fue un Golpe de Estado
Desde Pisístrato en Atenas en el 561 a. C, pasando por Lucio Cornelio Sila en Roma, por Napoleón en Francia y hasta llegar a Chile en 1811 donde inició la era de los golpes de Estados en América, cuyo último vestigio es el de Honduras del 2009, desde entonces todos los golpes de Estado han tenido, tienen y tendrán características inmutables que son, una violación del orden constitucional o legal, un cuerpo militar como autor o aliado y después de la segunda guerra mundial, también, siempre están precedidos de una nacionalización o afectación de intereses extranjeros o internos y el apoyo bélico o metálico de una potencia económica que casi siempre son los EEUU, elementos o características que no han podido ser demostradas en Brasil, en virtud de que esa estratagema amparada en unas supuestas pedaladas fiscales, las cuales la defensa de Dilma Rousseff solo dijo que ella nunca las había firmado!
La confusión del Liderazgo
Nadie puede negar que el camino más próximo a la conquista del poder político lo constituye la obtención de un liderazgo acabado, el cual se consigue de manera natural a través de abrazar una causa social o un liderazgo construido como sucede en estos países del tercer mundo, mediante el esquema de poder definido magistralmente por el científico y politólogo estadounidense Harold Lasswell, o en su defecto, mediante aquello que llamamos el momentum político que se genera por medio de circunstancias aleatorias, sin embargo, también hay que señalar que son muchos los líderes que no han alcanzado el poder político, como por ejemplo, José Francisco Peña Gómez y otros que convertidos en gigantes de la historia han sido traicionados por el momentum como fue el caso del gran Sir Winston Churchill, quien cayó derrotado en el Reino Unido por Clement Attlee.
¡El liderazgo de Dilma Rousseff nadie lo puede negar! La misma se inmortalizó en el seno del pueblo brasileño desde que formaba parte de la organización guerrillera Var Palmares, y sus aportes como funcionaria en los gobiernos de Lula le ayudaron a entrar en el corazón del electorado en dos periodos consecutivos, sin embargo, Dilma nunca alcanzó a tener en sus manos ni el poder político ni los poderes fácticos de Brasil, los que sí logró cohesionar Lula da Silva, además, cometió el grave error de no crear su propio estilo político en el poder como los hicieron otros de sus homólogos que también llegaron apadrinados, como fueron, Leonel Fernández de República Dominicana, Juan Manuel Santos de Colombia, Cristina Fernández de Kirchner de Argentina y Danilo Medina Dominicano, Etc.
El Poder es Para Usarlo
El economista canadiense nacionalizado norteamericano John Kenneth Galbraith, en su obra La Anatomía del Poder esbozó, de manera inequívoca un método tripartito, infalible y sagaz de cómo utilizar el poder, y aunque parezca que estoy honrando el famoso concepto Maquiavélico de que el fin justifica los medios, la realidad es, que ya la política dejó de ser una lucha de ideas para convertirse en la lucha del poder por el poder, y por eso. El político de éxito es aquel que está dispuesto a sacrificar sus ideas personales en aras de mantenerse en el poder o de hegemonizar la clase política opositora en sus manos, como lo hizo a la perfección el ahora presidente Michel Temer, tal que pareció que estuviera utilizando en sus manos las famosas 48 leyes del poder del psicólogo y escritor estadounidense Robert Geene.
Siempre se ha sostenido la tesis de que, la persona más informada de un país es el presidente, y es así. Por esa razón no podríamos creer jamás, que Dilma Rousseff ni sus organismos de inteligencia interna y ni la dirección general de chismosos y calieses que tienen todos los presidentes, no sabían lo que estaba haciendo Michel Temer que demostró que es un político ducho y además poderoso, pues si esto fuera así, entonces tendríamos que concluir diciendo que Dilma además de ingenua, también desconoce por completo las historias de, Caín y Abel, Jesús y Judas, Rómulo y Remo, Julio Cesar y Brutus y de la naturaleza humana que es capaz de cualquier cosa tras la búsqueda del poder!
El autor es comunicador, politólogo y comunicador.