Si Roberto Rosario es ratificado como presidente o miembro del Pleno de la Junta Central Electoral (JCE), la oposición, unificada como hasta ahora se mantiene, puede anunciarle al país su decisión de abstenerse de participar en las elecciones del 2020 porque sus resultados serán los mismos de este año, no importa quién sea el candidato del PLD. ¡El fraude va otra vez!
Si la oposición, unificada como está hoy día, permite que el PLD mantenga el control político de la JCE y del Tribunal Superior Electoral (TSE), no tendrá sentido acudir a otro “matadero electoral” como el del 15 de mayo pasado.
La selección de los titulares de los órganos rectores de las elecciones es más importante que la aprobación de la ley de partidos y garantías electorales en un país donde hasta la Constitución de la República es violada constantemente por el gobierno sin consecuencia alguna. Necesitamos las leyes, es cierto, pero lo que más necesitamos es hombres y mujeres con la suficiente independencia, carácter, honestidad y valentía para hacerlas cumplir.
Roberto Rosario no actuó como un magistrado. No fue un árbitro. Sus decisiones estuvieron marcadas por el interés personal, grupal y partidario, al extremo de violar sistemáticamente la ley que crea la JCE y la Constitución.
El 12 de mayo el pleno aprobó “el conteo manual y electrónico en todos los niveles”, sin embargo, violando un acuerdo con los observadores y los partidos de oposición, se presentó el día de las elecciones, 7 de la noche, ante el asombro de todos, incluyendo los demás titulares la JCE, con el escrutinio electrónico por televisión con apenas dos o tres colegios computados, dando puntero a Danilo con más del 61%, como terminó finalmente.
Esa noche se consumó el fraude en todos los niveles, no solo el presidencial. La oposición perdió entre 12 y 14 senadores gracias a los Escáneres, así como decenas de diputados y alcaldes.
Las del 15 de mayo fueron las elecciones más fraudulentas, las más desiguales y vergonzosas de la historia republicana moderna. ¡Y no pasó nada!
A Roberto Rosario el gobierno y el PLD tiene que pagarle el favor, pero no dejándolo en la JCE. Qué le den un ministerio, una embajada, que no sea la de Washington porque ahí no lo quieren, o cualquier otra cosa, pero no la JCE. Sería una afrenta, una burla y una provocación innecesaria.
Es verdad que los senadores electos por los “escáneres”, no por el voto popular, que forman una mayoría en el hemiciclo, se sienten agradecidos, al igual que muchos diputados, pero si cumplen su promesa de mantenerlo en el cargo, a rajatablas, contra viento y mareo, a la fuerza, entonces la oposición, y la zigzagueante sociedad civil, deben endurecer sus críticas y sus acciones contra el gobierno.
Si Roberto Rosario –no es un asunto personal, sino político- otra vez resulta presidente de la JCE no volveré a votar. No volveré al matadero electoral.
Si Roberto Rosario nuevamente es colocado al frente de la JCE, el Partido Revolucionario Moderno, el Reformista, Frente Amplio, Alianza País y demás fuerzas políticas tienen que anunciar su retiro del proceso y comenzar una lucha conspirativa contra la dictadura.