Leonel Fernández, en su condición de ex presidente de la República y líder del Partido de la Libración Dominicana, aliado en ese momento al Partido Reformista Social Cristiano y buena parte de la Sociedad Civil, crearon en el 2003 una crisis alrededor de la Junta Central Electoral que presidía el doctor Manuel Ramón Morel Cerda, considerado entonces, y ahora, un hombre honrado.
La crisis fue tan grande que se creó un Dialogo Nacional a través del cual se presionó al gobierno del presidente Hipólito Mejía que cedió a las presiones permitiendo la modificación de la JCE y de la ley que la rige; se elevó de 7 a 9 los integrantes de las cámaras lo que permitió que Roberto Rosario formara parte representando al PLD, decisión ésta que se tomó en mi casa durante una fiesta de cumpleaños donde estuvieron importantes funcionarios, a la que acudió también el hoy presidente de la JCE.
Tan en serio se tomaron las cosas que Leonel Fernández llegó a decir que “con esa Junta nosotros no participaremos en las elecciones porque no existen condiciones mínimas”.
La historia es reciente. Morel Cerda renunció y se hizo lo que determinó al Dialogo Nacional que controlaba el PLD. El Congreso estaba en manos del PRD, es decir, de Hipólito Mejía. En ese momento, como ahora, el Senado pudo “cumplir su rol”, el que le “otorga la Constitución”, pero en aras de la democracia, de la gobernabilidad y la paz social, Hipólito, que es más demócrata que todos los dirigentes del PLD, accedió, no por miedo, sino porque creyó era lo mejor para el país.
Les confieso algo: En una reunión de la que fui testigo de excepción en la residencia de un amigo, Hipólito le dijo a los jueces de la JCE que eran de su entorno: “No quiero parcialidad. Cumplan con lo que manda la ley. No quiero que un hit, lo canten fao, ni un lanzamiento abierto, bajito o alto, digan que es strike, Actúen con plena independencia y que sean los votos los que digan quien ganó y quién perdió.” La noche de las elecciones, bien temprano, acudió al comando de campaña para anunciarle al país, antes que la JCE, su derrota, destruyendo todas las conjeturas de auto golpe de Estado y otras diabluras que había lanzado el PLD. (Ese es Hipólito Mejía).
Ahora que los papeles se han invertido, que todos los poderes del Estado están concentrados en las manos del PLD, no quieren “Dialogo Nacional”, no quieren Sociedad Civil, no quieren al Embajador de Estados Unidos, ni a los partidos de oposición que por primera vez en muchos años está unida.
Contrario al 2003, que el Senado, por instrucciones del presidente Hipólito Mejía, se abstuvo de jugar su papel constitucional en aras de la armonía y la democracia, el PLD no quiere concertación, quiere imponer una JCE y un TSE con jueces de su partido o estrechamente vinculados a sus principales líderes. Es decir, quiere una JCE y un TSE parcial, complaciente, para que continúe rondando el fantasma del fraude electoral en el país. ¡Cómo cambian las cosas, caballero!