WASHINGTON, 5 de octubre de 2016 – Los países de América Latina y el Caribe comienzan a dar muestras de recuperación económica y de un mayor volumen de exportaciones, incluidos nuevos productos de alta calidad, según nuevo informe semestral del Banco Mundial sobre América Latina y el Caribe, “El gran giro: restaurar el crecimiento a través del comercio”.
Se espera que la región se contraiga un 1,1 por ciento en 2016 para luego recuperarse y crecer 1,8 por ciento en 2017, de acuerdo a los pronósticos de Consensus Forecast. La recuperación se atribuye en gran medida a una reactivación en América del Sur, en donde se prevé que el crecimiento alcance 1,5 por ciento en 2017. Entre tanto, se espera que en México, América Central y el Caribe, tomados como subregión —una menos dependiente de las exportaciones de materias primas y más estrechamente ligada a la recuperación económica en los EE.UU.— el crecimiento se mantenga positivo este año y el próximo, alcanzando un 2,4 y 2,7 por ciento, respectivamente.
“La desaceleración regional parece estar llegando a su fin, se espera que la tasa de crecimiento promedio se vuelva positiva en 2017”, dijo Augusto de la Torre, Economista en Jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe. “Ahora debemos hacer hincapié en la necesidad de un gran giro en los recursos (trabajadores, capital, talento empresarial, financiamiento) hacia la producción de bienes y servicios que se comercialicen en el mercado internacional,esto es, hacia actividades transables”.
El informe explica que en una nueva realidad de precios bajos de las materias primas, la región ya no puede depender de su demanda interna para impulsar el crecimiento, como lo hizo durante los años de bonanza. Volcarse a consumidores externos será crucial a la hora de impulsar la actividad económica.
Sin embargo, justo cuando la región parece estar lista para fortalecer su presencia en los mercados internacionales, el mundo parece encaminarse en la dirección contraria, dado que el nivel de comercio mundial se está aplanando o incluso disminuyendo, afectado por una contracción en el volumen de las importaciones chinas y de Asia oriental en general.
La buena noticia es que cierta evidencia preliminar apunta a que los países de la región están aumentando el volumen de sus exportaciones, incluidos productos nuevos de mayor calidad que encuentran nichos en los mercados de EE.UU. y Europa. Asimismo, los tipos de cambio más competitivos alcanzados luego de los ajustes que tuvieron lugar estos últimos dos años, abren un espacio para incrementar el comercio regional, al reemplazar importaciones de fuera de la región con productos y servicios producidos de manera eficiente dentro de la misma. El informe también revela que aquellos países con tipos de cambio flexibles están diversificando los rubros y destinos de sus exportaciones.
“La pregunta ahora es si la transformación estructural necesaria para llevar a cabo este cambio en la producción es consistente con el proceso de ajuste macroeconómico que todavía está en marcha en muchos países, tendiente a adaptarse a la nueva realidad post bonanza”, dijo De la Torre. “Para sostener el crecimiento, el proceso de ajuste debería evitar sacrificar indebidamente la inversión, tan crucial para impulsar el crecimiento futuro”.
Los ajustes macroeconómicos pendientes tienden a concentrarse en América del Sur, hogar de muchas economías exportadoras de materias primas, que son las que más sufrieron por la caída en sus precios. Por ahora, al menos tres países, Perú, Chile y Paraguay, han finalizado su proceso de ajustes y pueden enfocar sus energías más libremente en crecer con equidad social. Sin embargo, frenar el gasto fiscal ha resultado un duro desafío para muchos países.
Lograr un equilibrio macroeconómico con bases sólidas generará espacio a mediano plazo para invertir en más y mejor educación e infraestructura, necesarias para respaldar el gran giro hacia la producción de bienes y servicios transables. Sin ese cambio, será difícil que la región alcance los niveles de crecimiento necesarios para recuperar el ritmo de mejora social observado durante el auge de las materias primas.