Me lo he preguntado muchas veces durante todos los años que tengo escribiendo, más de 40, sin ver resultado alguno. De igual modo he leído lo que escriben colegas, profesionales de otras áreas e intelectuales igualmente preocupados por el retroceso o estancamiento del país, sobre todo durante los últimos años.
Escribir denunciando atropellos, corrupción, falta de transparencia, de justicia y equidad; proponer soluciones a los diversos y graves problemas nacionales como lo hacen muchos, sin que nadie le preste la más mínima atención.
Los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana aprueban leyes que luego no cumplen, elaboran una Constitución que cuatro años más tarde modifican con el único propósito de permitir la reelección.
No importa lo que digan la Constitución y las leyes, el gobierno se burla de ellas en función de sus intereses, amparado en el dominio absoluto del Congreso y la justicia, dos poderes que se suponen independientes, pero que están subordinado al Ejecutivo, lo que impide denunciar y castigar la corrupción. (El Congreso está en el Palacio Nacional o en la Casa del PLD).
El presidente de la República no dice nada ante tantas denuncias de sobrevaluación, despilfarro de los recursos públicos distribuyendo las instituciones del Estado como un botín de guerra luego de concluir las elecciones. Instituciones quebradas llenas de funcionarios que tienen salarios de lujo sin ejercer ninguna función, verbigracia Bienes Nacionales, con casi 40 subdirectores, Inespre con 35. El presidente dominicano tiene más asesores y ayudantes que el de Estados Unidos, China Popular, la India y cualquier otro en el mundo.
No hay dinero para aumentar los salarios de los médicos, empleados, guardias y policías, para la Universidad Autónoma de Santo Domingo y para la Judicatura, pero si hay dinero –y mucho- para los políticos del PLD y de los aliados, entre ellos los tránsfugas y traidores del PRD.
Las pocas voces disidentes, contradictorias, críticas, que aún quedan en los medios de comunicación no son más que golondrinas pasajeras que no anuncian ni presagian nada, ni siquiera el desmoronamiento ético y moral de la sociedad.
Frente a esas “voces agoreras” y apocalípticas de la prensa, el presidente Danilo no dice nada. Es ciego, sordo y mudo. Dice lo que le conviene cuando le conviene, ve cuando le interesa ver, y oye cuando quiere oír.
Los Juan Bolívar Díaz, Andrés L. Mateo, Altagracia Salazar, Ana Mitila Lora, huchi Lora, Marino Zapete, Edith Febles, Juan T H, Colombo, Amelia Deschamps, entre otros, “que digan lo que quieran, no les hagan caso, no son más que resentidos sociales, es un grupo de locos viejos, envidiosos. ¡Que nadie le responda!” Esa parece ser la decisión oficial. Y lo confirma el nuevo Procurador General de la República, que no habla con periodistas.
Las voces disidentes se pierden en el bullicioso estercolero de la radio, la televisión y la prensa. Las bocinas responden. Para eso les pagan.
Hablar y escribir, ¿para qué? Denunciar la corrupción y la impunidad, ¿para qué? Criticar el clientelismo, reclamar transparencia, cumplimiento de la Constitución y las leyes, ¿para qué? ¿Qué sentido tiene si al fin y al cabo ellos, con todo el poder económico y político que han acumulado se han adueñado del país y hacen con él lo que le da su maldita gana?