A nuestra República Dominicana le quieren atribuir la grotesca corrupción que derrama su clase dominante-gobernante y que hoy rompe records mundiales ocupando el octavo lugar entre los estados más degradados del planeta y el quinto latino-caribeño; y “poco me lo jayo” cuando observo las mafias políticas, militares y empresariales que aquí saquean presupuestos, patrimonios públicos y el patrimonio natural de esta nación.
No es el país ni la mayoría de la sociedad dominicana la que se dedica a robar lo ajeno, traficar, abusar, extorsionar, matar, saquear y proteger o auto-protegerse frente a los reclamos de justicia.
El mal emana de arriba e incorpora franjas intermedias y sectores de abajo. Las fuerzas dominantes se han podrido y se erigen en un “modelo” de vida y consumo, en un ejercicio delictivo gubernamental y empresarial privado que se imita y reproduce caricaturescamente en escalas inferiores.
Esto se ha potenciado en esta fase de decadencia neoliberal y descomposición del capitalismo mundial, con la conversión del capitalismo-imperialismo en un lumpen capitalismo donde reina abrumadoramente la usura, la trampa, la estafa, las bombas financieras, la especulación, las guerras de conquista; donde imperan la fabricación de armas, la salud, la educación, la justicia, la política, el uso del agua, la posesión de seres humanos y del suelo, subsuelo y sobresuelo… como negocios privados destructivos; donde se prostituye y se banaliza todo, en medio de un flujo incontenible de egoísmo.
El yo aplastando al nosotros/as, traducido en minorías insolentes y ostentosas, rodeadas de mares de necesidades, penurias, discriminaciones y violencias de clase, de género y generaciones; violencias clasista, racistas, xenófobas y seudo-religiosas religiosas…
Pero la inconformidad, insatisfacción, indignación… late en el corazón de las nuevas generaciones y de las mayorías excluidas y maltratadas con diferentes intensidades por esos poderes establecidos dentro de un capitalismo aberrante y caótico y un régimen político dirigido por la cúpula político-empresarial del partido que fundara Juan Bosch en 1973 y que optó por traicionar sus ideales.
Eso explica el fenómeno que ha provocado en este país -integrado por un pueblo fundamentalmente honesto- la reciente visita de Pepe Mujica.
Porque el ex-presidente uruguayo, pese a renunciar a los cambios estructurales anticapitalistas y antiimperialistas en su país y en el Continente –con el favor de gobernar en una de las pocas naciones de capitalismo blando y arraigadas tradiciones liberales y social-demócratas- optó por acusar a la “clase dirigente” gansterizada que funge de gerente del planeta y de este país con su propio y contundente ejemplo de sobriedad, honestidad y sensibilidad humana. Y eso genera una enorme simpatía que a su vez repudia la podredumbre y la maldad de los hoy que detentan el poder aquí y más allá, por encima del modo errático y la desinformación con que enjuicio el sistema impositivo de este país, manipulado luego de su intercambio con el Presidente dominicano que ahora lidera la corrupción y perversión política local.
El bagaje ético-moral de Pepe Mujica y su impacto aquí, en nuestra América y en el mundo es de todas maneras un importante aporte que hay que completar con la determinación de cambiarlo todo, refundar las instituciones, crear democracia real y sembrar socialismo.
16-10-2016. Santo Domingo, República Dominicana.
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