El amigo Eduardo Jorge ha lanzado varias ideas sobre lo que entiende ha de ser la organización capitalista de la sociedad dominicana desde el Estado. Aparece ahí como un conservador a ultranza que solo aspira a dos elementales derechos de primera generación, lo demás es poesía, discurso, pues sus cinco propuestas giran en torno a sus elementales derechos de primera generación.
Este autor que ha pasado a convertirse en el principal intelectual orgánico del capital, luego de los servicios que prestaran importantes figuras como el inolvidable Don Rafael Herrera, Marino Ariza Hernández, PR Thompson, Monseñor Agripino Núñez Collado, etc. Es el más sincero y honesto representante del poder hegemónico, por varias razones: la sinceridad de sus planteamientos, la honestidad intelectual que les caracterizan y por la rudeza con que defiende sus puntos de vistas, distintos a los piratas intelectuales que pululan en el patio y que -en su momento- Balaguer llamó: los carpinteros.
El tema es que nuestro colega invitado hace un llamado a los ricos del país a que acepten las ideas tributarias que sugiere el gobierno, al tiempo que les detalla los beneficios que traería consigo la instauración del Estado Fiscal entre nosotros. Fundamenta sus argumentos en la condición de estado Social de nuestro Estado y la estabilidad que ello significaría para el capital. Entendemos que ni Saint Simón habría hecho un planteamiento tan llano. Pero la espina en sus zapatos viene dada por la quita del subsidio a choferes mientras se mantienen los de zona franca, turismo, generación eléctrica, minería, etc.
Los llama capital salvaje, porque aspira a que, voluntariamente, dejen de competir y de lucrarse como si fuesen damnificados. Se le ve el refajo cuando ataca al populismo –sin identificar a qué tipo de populismo hace alusión- pues si es a aquel que llama a las masas a que luchen por derechos de segunda, tercera y cuarta generación, sería un fascista.
Sin embargo, la propuesta de Eduardo deja en el vacío una serie de situaciones que deben ser ponderadas antes de que se tome en serio sus planteamientos, por ejemplo, estamos de acuerdo con la necesidad de asumir un capitalismo responsable, pero lo de capitalismo responsable inicia por un capitalismo a lo Max Weber, en el sentido de que debe existir una burocracia profesional al frente del Estado encargada de dirigir los negocios públicos sin caer en lo que Peter Drucker llama el Estado electorero o despilfarrador; en segundo lugar, debemos estar conscientes de que el problema del capitalismo criollo no lo representan ni la oligarquía ni los burgueses emergentes sino la dispersión y estratificación del pequeño burgués que es el sector mayoritario de nuestro país y que es el que hace de pirata trepador, de lumpen, de antisocial. Es el que nos conduce hacia el segundo centenario de la fundación del Estado Nación sin poseer las dotes de una sociedad burguesa desarrollada y mucho menos consciente de su rol histórico.
Una dosis de las ideas de Diógenes Céspedes sobre este tema no le vendría mal a Eduardo, tampoco el asumir algunos de los planteamientos de aquel o de fusionar los suyos con los de ese pensador de la dominicanidad y sus problemas.
De cualquier manera, el tercer elemento que debe resolver Eduardo antes de poner en marcha su proyecto de Nación-Estado, es el de la sempiterna corrupción, por ejemplo, aquí habría que determinar si existen solo corruptos o si también existen corruptores. Si ese mal puede erradicar o es parte de la acumulación originaria que necesita nuestro capitalismo. Si puede hablarse de desarrollo capitalista allí donde la productividad anda fuera de control porque el capitalismo financiero es la panacea de los que tienen plata privada y plata pública. Quienes trabajan para implementar un capitalismo razonable y quienes simplemente sacan capitales de la economía nacional.
Otra cosa que Eduardo debería tomar en cuenta, antes de poner en prácticas sus ideas, es, si la velocidad con que el neoliberalismo está esquilmando los recursos naturales del planeta y particularmente de nuestra isla, es sostenible, o si por el contrario debemos ir a otro modelo. Si la sustracción que hacen los paraísos fiscales es sostenible, etc. Obvio, el adjetivo de populismo no aplica para esos. DLH-23-10-2016