Lo único que ha sido aislado en Haití frente al relato distorsionado de la ayuda dominicana que han impuesto líderes políticos y mediáticos, ha sido la valiente y magnánima posición del presidente provisional, Joselerme Privert, de agradecer el gesto del Gobierno dominicano y de tildar de hipócritas a sus compatriotas que cuestionaron la presencia de soldados dominicanos, y no así la de militares de otros países que andaban en la misma labor de socorro junto a las brigadas de sus naciones.
No fue un senador el que dirigió un informe al presidente del Senado de Haití, sino el pleno de la Comisión de Justicia y Seguridad de Haití, tras los testimonios documentados por tres de sus miembros: Anondieu Luis, Youri Latortue y Jean-Marie Junior Salomón, presuntamente escandalizados por los que sus ojos incrédulos captaron: soldados dominicanos con armas largas “mancillado” suelo haitiano.
La susodicha comisión por vía de una misiva de su presidente, Jean Renel Santos, informó de la situación al presidente del Senado, al tiempo que, junto al presidente de la Cámara de Diputados, Chalzer Chaney, emplazaron al Primer Ministro y al ministro de Defensa a desalojar en un plazo no mayor de 24 horas a los soldados dominicanos, que fueron retirado por las autoridades dominicanas antes de que venciera el ultimátum.
Pero el conflicto no se apagó, como era de esperarse, y con el voto de su presidente y de todos sus miembros, la Corte de Casación, que es la corte suprema, resoluta solicitar la destitución del presidente provisional, por haber consentido la presencia de los militares dominicanos, y la Cámara de Diputados ha decidido la interpelación del Premier para pedirle cuentas por la presencia de los soldados dominicanos.
Ha sido una conducta recurrente la de menospreciar o desmeritar la solidaridad dominicana. En 1998 Leonel Fernández se convirtió en el primer presidente dominicano en visitar Haití en 50 años, cuyo presidente era René Preval, y horas después de acaecido el terremoto del 2010, fue el primer presidente en visitar a ese país para llevar ayuda, y ha sufrido dos graves desplantes.
El 12 de diciembre del 2005, en su segunda visita oficial a Haití, tuvo que ser salvado de una emboscada con intenciones siniestras que se produjo mientras conversaba en Palacio con el presidente Alexandre Boniface, y los disparos que hicieron alcanzaron algunos vehículos de la comitiva presidencial dominicana que huía de manera presurosa.
Ese incidente colapsó la agenda del presidente Fernández que incluía una ofrenda floral en el monumento donde descasan los padres fundadores de la patria haitiana, homenaje en el que no debería incurrir ningún mandatario dominicano, por más admiración que les profese a esos personajes.
Eso no impidió que en el 2010 fuera uno de los impulsores internacionales del plan reconstrucción de Haití, que aún no ha podido consumarse por el incumplimiento de muchos países, pero además su gobierno construyó la Universidad Henry Christopher en el norte del país, y en el propio acto de inauguración un senador auspició el desprendimiento de las letras del nombre de Juan Bosch del auditórium de ese centro educativo, como si la intención de rendir ese homenaje a un expresidente y escritor dominicano representara una herejía.
Para colmo, en las palabras de agradecimiento el alcalde de Limonade, Jean Delovais, le pidió al presidente dominicano recordar que Juan Pablo Duarte “dijo que la isla era una e indivisible”, concepto inadmisible en las raíces de la dominicanidad.