Casi al final de la meta, cuando las noticias sobre los comicios inundan los medios, resulta oportuno repasar algunas de las características principales del proceso.
Por Martha Andrés
La Habana, 8 nov (PL) Estados Unidos tendrá un nuevo presidente a partir de enero próximo y más de 200 millones de votantes deberán escoger hoy a la persona que llevará las riendas de país.
La demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump son los principales candidatos de una campaña electoral que llegará a su fin tras meses de confrontación, ataques, millonarias recaudaciones y sonados escándalos.
Términos como caucus, elecciones primarias, estados rojos, azules o bisagras, votantes registrados y probables, votos electorales, entre otros, han formado parte del lenguaje habitual para narrar una carrera que en su dramaturgia combina política y espectáculo.
Casi al final de la meta, cuando las noticias sobre los comicios inundan los medios, resulta oportuno repasar algunas de las características principales del proceso.
Mientras en otras partes del mundo es común que las elecciones generales sean celebradas el fin de semana, fundamentalmente los domingos, las de Estados Unidos siempre se fijan para el martes que sigue al primer lunes de noviembre, una práctica vigente desde 1845.
Gran parte de la población estadounidense vivía entonces de la agricultura, y al plantearse la necesidad de una fecha electoral el Congreso consideró noviembre el mes más adecuado, pues la cosecha ya había concluido y el clima aún permitía largos recorridos hasta los centros de votación.
En la actualidad, la elección temprana o anticipada que se realiza en 33 de los 50 estados desde 1992 brinda la posibilidad de no limitar el sufragio a un solo día, aunque la mayor cantidad de boletas son emitidas durante la jornada electoral.
Para alcanzar la presidencia de Estados Unidos, 270 resulta el número mágico; esa es la cifra de votos electorales que necesita un candidato a fin de llegar a la Casa Blanca, en un proceso comicial que no constituye una votación directa, sino de segundo grado.
Ello significa que cuando un votante asiste a las urnas, su boleta no va directamente al aspirante de uno de los partidos, sino a 538 electores provenientes de los 50 estados y Washington DC.
De hecho, en al menos 17 ocasiones la persona que fue nombrada presidente no tuvo la mayoría de los sufragios de la población, pero alcanzó el número requerido de votos electorales, como ocurrió en el 2000 cuando el republicano George W. Bush se impuso al demócrata Al Gore.
California descuella como la joya de la corona, al otorgar 55 votos, seguido por Texas, con 38, Florida (29), Nueva York (29), Illinois (20), Pennsylvania (20) y Ohio (18) como los estados que más aportan.
En el caso contrario se encuentran Vermont, Alaska, Montana o Dakota del Norte, todos con tres.
Un lector que no siga con frecuencia o profundidad las elecciones norteamericanas, podría sorprenderse al saber que en los comicios de 2016 se enfrentan diversos aspirantes, pues además de Trump y Clinton contienden, entre otros, Gary Johnson, por el Partido Libertario, y Jill Stein, del Partido Verde.
Pero más allá de que estas últimas formaciones les resten algunas boletas a sus rivales, la definición será sin dudas entre demócratas y republicanos, según los sondeos que muestran a casi todos los estados con los colores rojo y azul.
Esa práctica comenzó en los comicios del 2000, cuando los principales medios usaron mapas de resultados donde los territorios adjudicados a Bush aparecían en rojo y los que ganó Gore se colocaban en azul.
Desde entonces aparecieron los términos "estados rojos y azules", de acuerdo con la tendencia que siguen a la hora de realizar el sufragio: los primeros se concentran en el sur, las Grandes Llanuras y áreas montañosas; mientras los segundos están en el noreste, el área norte del centro, y en la costa oeste.
Además de escoger al sucesor de Barack Obama en la Casa Blanca, los estadounidenses votan hoy por los 435 asientos de la Cámara de Representantes y un tercio de los 100 escaños del Senado.
En esas dos instancias los republicanos tienen mayoría, pero medios y analistas estiman que los demócratas cuentan con grandes probabilidades de retomar el control de la cámara alta dos años después de perderla.
Los miembros de la formación roja tienen en la actualidad 54 asientos en el Senado, frente a 44 del partido azul, pero en esta elección deberán defender sus puestos 24 republicanos y solo 10 demócratas, lo cual representa una ventaja para estos últimos.
Junto con los comicios presidenciales y legislativos, 12 estados elegirán a su gobernador: Carolina del Norte, Dakota del Norte, Delaware, Indiana, Missouri, Montana, Nueva Hampshire, Oregon, Utah, Vermont, Washington y Virginia Occidental.
oda/mar