He sentido la inspiración de desempolvar este medio porque me veo en la necesidad de compartir una opinión que llego a mis oídos en un espacio público de concientización, en el cual hablaban de los derechos que sentían más vulnerados, o el derecho que más querían ejercer… y es ahí cuando escucho por primera vez ‘‘que nadie me quite el derecho a la esperanza’’.
Y es que dejamos de escribir por la desesperanza, dejamos de estudiar por la desesperanza, dejamos de amar por la desesperanza, dejamos de luchar… por la desesperanza.
¿Pero quién le dio derecho a nadie de arrebatarnos nuestros derechos? Valga la redundancia mil veces.
Crecemos de manera constante, pero por decisión. Existen aquellos que aunque la naturaleza los obligue a crecer deciden ignorar que tenemos que evolucionar, ¡no nos neguemos a crecer! De hecho, démonos la oportunidad de cambiar, de escuchar opiniones diferentes, de aceptar que no todos somos iguales, de vivir en armonía, de no dejarnos manipular, de crear una línea de valores, apegarnos a ella, y eventualmente, dejar que cambie si es lo que la vida nos requiere.
No soy la misma persona que escribía líneas hace un año, no pienso de la misma manera, no tengo los mismos ideales, pero es porque he aprendido que se puede aprender, o en otros términos, he aprendido que hay que desconstruirse para poder construirse.
Hoy les quiero compartir tres ideas que han cambiado mi vida de manera significativa: La primera fue una enseñanza de un profesor desconocido de algún cuerpo castrense, que se me acercó en las calles de El Conde, y en medio de una conversación sobre la juventud de hoy en día me dijo: ‘‘Siempre le digo a mis estudiantes que hay que estudiar, porque el conocimiento no es como el grajo, que se pega’’, el otro fue mi asesor de tesis, al cual cito ‘‘En nuestro país estamos llenos de titulados, sin embargo, tenemos pocos profesionales educados’’ y por último, el Sr. Mujica, quien explica que aquellos que han tenido el acceso a educación tienen responsabilidad sobre los más vulnerados, esos que la sociedad falló en brindarle más oportunidades de bienestar.
Al final, me inspiré a utilizar esta herramienta para llamar a la prudencia, ¡Seamos prudentes! Que en nuestros medios prime la tolerancia, que utilicemos nuestras herramientas para crecer todos en conjunto.
Podrían decir que soy muy joven para estas opiniones, y eso es justamente lo que necesitamos, jóvenes que tengan en su corazón la capacidad de indignarse.
En fin, yo seguiré aquí, creyendo, sin perder la esperanza de que lleguemos a ser una sociedad que viva más en sociedad… valga la redundancia mil veces.