En países como República Dominicana, hablar de inversión extranjera conlleva referir los consabidos inconvenientes en el trayecto: deficiencias del sistema eléctrico, contratar mano de obra no siempre óptima, leyes que puedan entrar en contradicción con posibles apetencias de los interesados, incluida la agresión al medio ambiente, etc.
Aún con todas estas adversidades, las sucesivas administraciones de gobierno han tenido el tema de la inversión foránea como un estandarte de incentivo a la economía, en lo que se refiere a creación de nuevas plazas de trabajo, disminución de la pobreza, mayor desarrollo institucional, entre otros.
Muy a pesar de las contrariedades debemos destacar que a lo largo de décadas, miles de dominicanos han encontrado colocación laboral en empresas extranjeras vinculadas a las comunicaciones, combustibles, zonas francas, banca comercial, productos farmacéuticos, producción azucarera, entre otras.
Toda empresa que se interese por invertir capitales en este país, tiene como leit motiv repatriar sus ganancias. Nunca serán instituciones de beneficencia, por más que lo quieran aparentar a través de donativos circunstanciales.
Son cuestionables los beneficios que aporta, por ejemplo, la Barrick Gold a comunidades enclavadas en su área de influencia. La Dole, que se retiró del país hace 20 años. Aparte de emplear mano de obra barata, la panacea solo fue para sus responsables. Y así por el estilo.
Pero, por encima de todo, debe estar la salvaguarda de los intereses nacionales. El incentivo a la producción nacional debe ser la principal garantía de toda administración de gobierno.
Desde mucho antes de involucrarme en el periodismo, a fines de 1982, y a partir de ahí en mi condición de reportero y luego con funciones de mando en las redacciones, he leído y escuchado hasta la saciedad respecto a los supuestos beneficios que deja a la población la inversión extranjera en República Dominicana.
Pero en todo ese tiempo, por más empleos que se hayan creado, no han desaparecido las limitaciones económicas que de por siempre han acompañado a los sectores más humildes del pueblo dominicano.