Entre Trump y Clinton no había que asumir preferencias, lo dije: son engendros diferenciados del lumpen-imperialismo y el neo-conservadurismo actual, de su crisis de decadencia, de su descomposición.
Uno desde el empresariado no partidista insertado en el capital tramposo farandulero y negocios inmobiliarios, y la otra desde la “clase política” corrompida y sumisa al Complejo Financiero-militar. Uno nazi-racista-machista y la otra asquerosamente neoliberal y guerrerista. Si Donald embiste contra negros, migrantes y mujeres que tendrán de rebelarse en grande; Hillary es guerra, genocidios y usura a millón.
Ganó Trump al interior de las competencias republicanas y le ganó a la Clinton que hizo gala de la perversidad de la cúpula “demócrata” para bloquear al único que podía pulverizar el bloff neonazi conformado: Bernie Sanders, cuya actitud potenciaba alternativas a la desacreditada clase dominante-gobernante. Como si su cúpula, impedida de imponer lo tradicional-desacreditado en el Partido Republicano, se confabulara con esos fines de lograrlo en el Demócrata, asegurando resultados aceptables por la ya putrefacta y garanterizada dominación del gran capital.
Ganó porque sumó a su discurso machista, racista y xenófobo -capaz de potenciar el terror de lo peor de la mayoría blanca y archi-conservadora a perder su supremacía histórica- la crítica mordaz y demagógica a la corrupción política, al empobrecimiento de la clase trabajadora, al desbordamiento de la usura y al guerrerismo parasitario; conjuntamente con su ilusionista propuesta de rescate del “sueño” americano y del dominio omnímodo de EEUU, que jamás volverán.
Porque compitió con una Hillary desacreditada, reducida a un bagazo por un ejercicio de poder plagado de corruptelas, hipocresías y fechorías que hastían a amplios y diversos sectores de esa sociedad.
En fin de cuentas, los/as Clinton -junto a la claque tradicional de su partido- ayudaron al triunfo de Trump bloqueando a Sanders. Asumieron el riesgo de la derrota, aun a beneficio del engendro díscolo y bestial que ahora procurarán domesticar.
Su olfato de clase y mafia política predominó en esa decisión. A Bernie había que obstruirlo porque criticaba el capitalismo caníbal, integraba grandes descontentos dispersos y estimulaba situaciones fuera de control. Y ahí están los resultados que hoy lloriquean, acompañados de un regio castigo contra los dos y su sistema.
TRUMP es mayoría de una minoría. Su victoria no es señal de fortaleza propia ni del imperio. Empantana más a EEUU y acelera su ingobernabilidad (más que gastado reinado de los Clinton), lo que no es de lamentar por los antiimperialistas consecuentes.