México, 19 nov (PL) Los grandes impactos de asteroides deforman las rocas de tal manera que pueden producirse hábitats para la vida temprana, trascendió hoy sobre las investigaciones en el Cráter de Impacto de Chicxulub, en Yucatán, México.
Fue una de las conclusiones del equipo internacional de científicos que entre abril y mayo consiguió perforar hasta mil 335 metros por debajo del fondo marino.
El estudio recién publicado en la revista "Science" y difundido por el Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY), da cuenta de los primeros análisis de los núcleos recuperados del lugar.
Los análisis sugieren que el impacto que se produjo hace 65 millones de años deformó las rocas anulares del pico del cráter, de tal manera que las hizo más porosas y menos densas de lo que cualquier modelo había predicho.
Los organismos simples pudieron prosperar gracias a las rocas porosas que proporcionaron los nichos y los nutrientes necesarios por el agua circulante, que habría sido calentada dentro de la corteza terrestre.
En su etapa temprana, la Tierra fue constantemente bombardeada por asteroides, y el equipo ha inferido que este bombardeo también debió haber creado otras rocas con propiedades físicas similares, lo que, en parte, puede explicar cómo la vida se originó en el planeta.
Los científicos confirmaron que el asteroide que creó el Cráter de Chicxulub golpeó la superficie de la Tierra con tal fuerza que empujó rocas, que en ese momento estaban a 10 kilómetros bajo la superficie, más abajo aún y luego hacia fuera.
Estas rocas, entonces, se movieron otra vez hacia adentro de la zona del impacto y luego hasta la superficie, antes de colapsar abajo y hacia fuera para formar el anillo de picos. En total, las rocas se movieron una distancia de 30 kilómetros aproximadamente en cuestión de unos pocos minutos.
"Es difícil de creer que las mismas fuerzas que destruyeron a los dinosaurios también pueden haber jugado un papel vital en la historia de la Tierra, como generar los primeros refugios para la vida temprana en el planeta", suscribió Joanna Morgan, autora principal del estudio y profesora del Departamento de Ciencias de la Tierra e Ingeniería del Imperial College del Reino Unido.
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