Un hito del teatro significativo que ha premiado la escena dominicana con dos de las mejores actuaciones del año.
El teatro es, ha sido, y siempre será un abanico de infinitas alternativas e innumerables maneras de disfrutarlo y concebirlo.
Habrá de seguir siendo un Universo que abre espacio a todas las actitudes, desde aquellas que procuran impactar desde sensibilidad que pende de los gustos, hasta únicamente los resultados de boletería.
T&M Proa Teatro nació en 2009 de la pasión de dos hombres de la escena, buscando crear una trayectoria propia, con un estilo que respetara el quehacer escénico, que premiara al público con proyectos de noble exigencia y que dejaran su huella en el entablado. Teo Terrero y Mario Lebrón expresaban de esta forma la consistente relación que cultivaron desde años juveniles. Era el tiempo de proyecto propio.
Rompieron fuente en 2009 con El Método Gronholm, del dramaturgo barcelonés Jordi Galcerán, entente de competitivos trazos psicológicos que jugaba con las apetencias de ocupar un cargo corporativo importante. Una recordable actuación coral de José Roberto Díaz, Amauris Pérez, Giamilka Román y Ernesto Báez.
El paso de Proa afirmó el sentido buscado en 2015 con La venus de las pieles” en Sala Ravelo con Josué Guerrero y Laura Lebrón, oportunidad en que el teatro fue estreno verdadero para el inicio real de una carrera, la de Laura. Era claro que un tesoro se comenzaba a concretar, ese que comportaba el talento de una profesional con sentido de que carrera.
Ave Negra
Teatro desgarrante, maldito y de autor, es el tipo de piezas que puede marcar tanto la vida de sus intérpretes y el gusto del público por la traumática relación entre un adulto y una menor de edad, lo cual genera marcadas tonalidades emotivas que plantean desafío para cualquier pareja de actores por la cuidadosa entrega y la exigencia que plantea a la construcción de sus personajes.
Laura Lebrón ofrece un concierto interpretativo en el brillan su gestualidad natural y precisa, los requiebros de su voz en el que destaca su identificación con el traumatizado personaje, por cuya memoria y cuerpo, hicieron raíz los tormentosos momentos de utilitarismo erótico de que fue la víctima, tal cual ocurre con tantas mujeres, y no solo en el teatro.
Con una entrega actoral fresca, limpia y sacada desde lo más profundo de sí misma, Lebrón, ya no depende ni de apellidos ni de las indulgencias por su juventud ante los arrebatos que con gracia le podría dispensar la crítica. Quién está allí es una mujer que sabe con certeza el tamaño de la responsabilidad aceptada ante un tema tan actual y tan decididamente disimulado socialmente, a pesar de la trascendencia que mediáticamente ha adquirido la violencia sexual. Sus lágrimas no son el producto de ningún retruécano técnico para impresionar.
De Francis Cruz, a quien vimos por vez primera en julio 1998, cuando, en esta misma Sala Ravelo, con la dirección de Germana Quintana , hizo de Lorenzo en Vamos a contar mentiras, comedia del inolvidable Alfonso Paso, podemos decir ahora, casi lo mismo que escribimos entonces: “ Cuando se siente el talento, brillan un millón de estrellas a plena luz del día, y las aguas de los océanos se hacen mansas”, para entonces un tanto exagerado, pero a la cual su dedicación y desempeño, le hacen ahora merecedor de tan idealista criterio. (Vamos a contar mentiras…y verdades, El Nacional, sección Que Pasa).
Cruz, quien debe su carrera a la maestra domínico/venezolana, se inició e 1994 montando luces y conectando cables para el Teatro del Club Arroyo Hondo (al cual no se le ha hecho nunca el homenaje que merece por su labor de formador de talentos escénicos), tuvo su primera actuación 1997 cuando hizo un papel la comedia Monja o detective, para desarrollar una extendida carrera que tiene, antes de este papel para Proa Teatro.
Inolvidable el cuidado con que construyó su personaje Pep, en Toc-Toc, hilarante comedia sobre los curiosos Trastornos Obsesivos Compulsivos de seis personajes (el cubanoOrestes Amador (Camilo), Gianni Paulino (Blanca), Exmin Carvajal (Fred), Patricia Muñoz (María) y la argento-dominicana Lorena Oliva (Lili), escrita por el francés el francés Laurent y dirigida aquí por la misma Quintana de siempre, uno de los logros de producción más atinados de Atrévete, de Gianni Paulino. En el marco de una actuación coral a seis figuras, Cruz supo establecer un sello de impecabilidad con que nos hizo reír a carcajadas tanto en la Ravelo como en el auditorium del Domínico-americano, a donde acudimos a seguir su rastro.
Francis Cruz alcanza con el rol de Ray, el punto más alto de su carrera como actor y uno de los roles masculinos más significativos del teatro en 2006. Centrado en su papel de hombre abusador inveterado frente a quien era una menor cuando los hechos ocurrieron, logra transmitir el sentido de culpa por su irresponsable arrebato y el abandono quien le entregó sin reservas lo mejor que podía darle.
Sinopsis:
A muchos años de los traumáticos hechos, Una para entonces era una menor de edad, se encuentra con Ray, el hombre maduro su abusador sexual y quien no apreció la entrega de su víctima. Descarga y culpas en un episodio emocionalmente intenso.
Ficha técnica:
Autor: David Harrower,
Dirección artística: Mario Lebrón
Asistente director: Nancy Espínola
Productor general: Teo Terrero
Elenco: Laura Lebrón (Una); Francis Cruz (Ray) y Avril Renée Lazala Guerrero
Escenografía: José Miura
Regiduría de Escena: Dolly Martínez
Realización de Utilería: José Enrique Rodríguez
Iluminación: Lilyana Díaz
Traducción Eduardo Villanueva
FLASHMOB EN EL AILA