Al presidente de la República Dominicana, Danilo Medina, por creernos imbéciles, le fue muy mal con aquello de que sus funcionarios no hacen sus declaraciones de bienes porque “ignoran los procedimientos” y hay que enseñarles cómo hacerlo. Otro plazo refrendado una larga ilegalidad premiada con impunidad y ascensos inmerecidos.
Se sabe que esas certificaciones se pueden adulterar porque no hay interés en fiscalizarlas. Pero ciertamente sirven para evidenciar quienes se ponen de más para robar hasta ese tope, o los que se ponen de menos para ocultar lo que se han robado, o a los que le gusta exhibir “capacidad” para multiplicar fortunas.
Por esa razón otros/as hay quienes se resisten a publicar sus bienes de cualquiera de estas maneras, sobre todo después de lo que se comenta acerca de la ridícula confesión de Francisco Javier, Ministro de Turismo (¡pobrecita Ciudad Colonial), y de lo informado por Gonzalo Castillo, Ministro de Obras Públicas y José Ramón Peralta, Ministro Administrativo de la Presidencia; revelador de sus espectaculares capacidades para multiplicar en cuatro años por 5 y por casi 4 veces los millones que poseían en el 2012 . ¡Y poco es dado sus “dotes de geniales” en materia de iniciativa privada desde sus prodigiosas carteras ministeriales!.
Ante la “comprensible tozudez” de los no declarantes, el Presidente le dio un trato proteccionista privilegiado y los/as favoreció con un nuevo plazo ilegal, que se suma al que consintió el ministro Montalvo. El Poder Ejecutivo los/as protegió para que aprendan y mediten mejor como hacerlo, solo que intentó justificar esa violación a Constitución, leyes y normas con palabras destempladas e inconsistentes.
Son tantas las trampas y trampitas que se practican para tratar de engatusar al pueblo, que en algún momento estos líderes preclaros se enredan en sus propios argumentos, evidenciando el fango en que protegidos y protectores están inmersos.
Pero no es solo un problema de moral individual, sino que las dinámicas de las partidocracias convertidas en facciones empresariales por la vía de la corrupción estatal, y asociadas a los súper-ricos tradicionales, es demasiada envolvente y traicionera. Violenta las astucias e intentos de maniobras encubridoras hasta poner bruto a cualquier inteligente.
El presidente Medina, pretendiendo proteger a subalternos miedosos, no lo pudo defender de la sospecha de corruptos y de paso lo presentó como ignorantes; ahora le caben ambas penas a la vez, amén del propio presidente lucir peor que aquellos que pasándose de sabios se ponen a escupir para arriba…
11-12-2016, Santo Domingo, RD.