Fíjense cuánto pesa la procedencia social de un individuo en nuestro país. El caso de John Percival Matos es ilustrativo y quienes salen en su defensa no se dan cuenta que lo hacen, probablemente, respondiendo a las mismas razones sociales por la que se afirma no se enfrenta el caso Odebrecht. Las víctimas de los desmanes atribuidos a Percival Matos son varias, pero son infelices ciudadanos, gente pobre que solo cumplía con su deber de trabajar, pero pobres al fin. Ellos no tienen dolientes en el foro público. Tampoco se arma un alboroto mediático cuando cae un bandolero del "bajo mundo", como le llaman al pobre que delinque. Percival Matos no, era un joven de clase media, ex teniente del Ejército, hijo de un general dominicano, por demás articulado a la sociedad política. De alguna manera, no importan sus hechos delictivos, por esas razones sociales Percival Matos era diferente en vida y lo es ahora que está muerto. Las clases no se suicidan, escuché decir muchas veces, y parece que es verdad.