En el biopic sobre Margaret Thatcher se refleja una escena sublime. Alguien que había acudido a almorzar a su casa le pregunta sobre las diferencias entre sus años de gobierno y los comienzos del nuevo siglo.
La Dama de Hierro le responde: “en mi época, todos queríamos hacer y nadie quería ser. Hoy, todo el mundo quiere ser y nadie quiere hacer”.
Esta conclusión sigue siendo aplicable a un buen número de asuntos. Se ha extendido la alergia de un hacer que pueda redundar en avances. O al menos de impedir que las cosas que están mal continúen haciendo daño sin ser abordadas. En su lugar, prima alcanzar la cima guiándose del fin justificador de medios, de la traición o del pisar callos, porque en infinidad de ámbitos lo de menos es cómo se llega.
Existe una fórmula infalible para detectar a quien está para ser y quien está para hacer. Aquél, acostumbra a blindarse de sus potenciales contrarios, que suelen ser quienes rechazan su falta de legitimidad para obtener el mando, razón por la que no ceja de intentar acabar con ellos de forma misericorde o inmisericorde, que tanto da. Al de hacer, sin embargo, le obsesiona todo lo que sea lograr progresos para el colectivo, porque su único interés se centra en conquistar ese magno objetivo, con perseverancia, sentido del humor y sano orgullo.
Hacer, en fin, es lo propio de los que piensan en grande, de los que tienen la certeza de que ‘ars longa, vita brevis’, de los que dejan en evidencia a aquellos otros que persiguen triunfos con trampa, y que cuando arriban a la cumbre nos permiten comprobar a todos sus desnudas miserias.
José Morales Martín
Palafrugell (Girona)