Tal vez sea demasiado pretencioso, pero a partir de agosto del 2020 –porque ahora es imposible- quiero un gobierno decente, integrado por hombres y mujeres con vocación de servicio, dispuestos a trabajar día y noche por el bienestar de todos los ciudadanos y el engrandecimiento del país, que no sea como ahora, una vergüenza, que nos sintamos orgullosos de haber nacidos en la tierra de los Trinitarios que encabezó Juan Pablo Duarte.
Quiero, -tal vez estoy pidiendo mucho- un gobierno encabezado por un hombre que no haga concesiones con los corruptos, que los castigue aun sean sus amigos o familiares más cercanos o lejanos, sometiéndolos a la justicia, integrada –eso sí- por jueces independientes del poder político y económico, capaces de enviar a la cárcel no solo a los delincuentes de los barrios marginados como ahora, sino también –y sobre todo- a los que residen en las urbanizaciones donde nunca falta energía eléctrica, agua potable y pan que delinquen impunemente.
Aspiro -no sé si peco de iluso- a un gobierno que contrate a una empresa nacional y otra extranjera para que auditen todas las obras construidas por el Estado en los últimos 20 0 30 años para calcular los niveles de las sobrevaluaciones y elaborar expedientes que sirvan como instrumentos para el accionar de fiscales y jueces que obviamente no pueden ser los actuales porque forman parte del andamiaje de corrupción e impunidad que ha instalado el Partido de la Liberación Dominicana.
Deseo -tal vez se esté yendo la mano- un gobierno que haga valer el artículo 46 de la Constitución que invierte el fardo de la prueba obligando a los funcionarios a elaborar declaraciones de bienes al entrar y al salir de sus funciones, debiendo demostrar la idoneidad de su patrimonio, pues de lo contrario le serán incautados y devueltos al Estado.
Un gobierno –quiero- que investigue las fortunas de los ex presidentes de la República y sus funcionarios de los últimos 20 o 25 años. (Que no se quede nadie sin participar en el festival anticorrupción)
Necesitamos un gobierno -a lo mejor estoy pecando de ingenuo- que termine de una vez y por todas con los exorbitantes privilegios que tienen congresistas, alcaldes, concejales, ministros y viceministros, embajadores y cónsules, que les permiten vivir como reyes en un país tercermundista cargado de pobreza y miseria.
Dirán que soy muy ambicioso al postular un gobierno que propicie la institucionalidad del país, que impulse y respete la independencia del Poder Judicial y del Poder Legislativo, que no quiera un Ministerio Público a su servicio para proteger ladrones, que no quiera comprar la prensa para que pierda su sentido crítico.
Para el 2020 –aún falta mucho- pretendo votar los candidatos que de verdad le duela el pueblo, que lo amen y lo respeten, que sientan sus necesidades, que trabajen para la gente humilde, los abandonados por la suerte, los que tienen siglos esperando el pago de la deuda social en seguridad ciudadana, educación y salud gratuita y de calidad, energía eléctrica y vivienda digna.
Algún avispado me dirá con sobrada razón: ¡Juan T H, pero tú lo quieres es una revolución! Yo le responderé: ¡Pues que venga la revolución! ¿Acaso no sabes que la revolución es cambio y transformación de estructuras sociales obsoletas? ¿Lo nuevo enfrentado lo viejo? ¡Una cosa sí sé, éste país no resiste más al PLD en el gobierno! Dicen que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, pero 20 años en el Estado, la jode.