El subcontinente que constituye Latinoamérica se encuentra hoy día estremecido por las informaciones que dan cuenta de que una empresa brasileña ha tenido la capacidad de corromper a casi todos los gobiernos de la región. Hecho que entra en confrontación con la idea moderna de que, supuestamente, los partidos políticos, constituyen hoy día el sostén del régimen democrático. A pesar de que los tratadistas más serios sobre la naturaleza de los partidos políticos tradicionalmente los han presentado como rufianes del sistema democrático, sistema, que, en la antigüedad, tampoco tuvo intelectuales favorables. Desde Aristóteles a la fecha, se tuvo duda siempre sobre la idoneidad de los partidos y de la democracia para administrar recursos.
El caso es que, en el siglo XX, los partidos llamados socialistas se han presentado como la vanguardia de la clase obrera, sin embargo, en fecha muy temprana Pareto demostró que los mismos constituían una forma muy particular de oligarquía que conformaba una élite que pasaba a engrosar las filas de la clase dominante, es decir: que devenían en otra forma de opresión contra la clase que dicen representar y defender.
Sin bien Carlos Marx reconoció que el proletariado no podía asumir con estabilidad el poder político si no contaba con una partido con cuadros capaces de tomar la dirección política del Estado, la verdad es que, ese mismo pensador, fue el primero en lanzar epítetos denigrantes contra los partidos y en advertir sobre el gran daño que podían hacer a las clases que dicen representar y, ahora se puede añadir, al sistema que dicen sostener. Pues por todo el continente, políticos y empresarios que medran, saquean, son oportunistas y corruptores, etc., han captado a gobiernos socialistas y a sus respectivos partidos. Pero ciertamente, como mantiene Pareto, esta situación ocurre en la cúpula, pues la dirigencia media ni las bases de los partidos participan del festín. En el denominado socialismo real se observó que dicha élite política es capaz de convertirse en una nomenclatura, o nueva modalidad de clase dominante. En cambio, con el populismo a cuestas, Latinoamérica observa una alianza macabra entre élite política y empresarios corruptos. Cubiertos bajo el manto protector de la ideología neoliberal, la cual, ha sustituido a todas las demás ideologias.
Permitiendo a los líderes socialistas despojarse de la fuerza moral de la ideología social y ampararse bajo el robo neoliberal.
Como se podrá observar, el modelo ha sucumbido allí donde nació, pues Inglaterra dio nacimiento al neoliberalismo y allí mismo este ha quedado aniquilado con el Brexit. Donald Trump es la confirmación de la caída del neoliberalismo y de una globalización rapaz.
Es decir, los anglosajones fueron los primeros en someterse al régimen neoliberal y los primeros en darse cuenta de que el mismo es una estafa que solo beneficia a las élites empresariales ladronas y a las élites políticas. Al hacerlo, la globalización o mundialización de la economía al servicio de las transnacionales y de ciertos Estados llamados centrales, ha entrado en crisis.
Los partidarios del neoliberalismo y de la globalización han escogido como causante de su desmoronamiento al populismo. Pero la verdad es que ha sido la corrupción rampante del modelo lo que ha ocasionado su caída, pues con los acontecimientos de la crisis asiática de 1998, el mundo observó por vez primera, que el Estado que –en teoría- no debía acudir en auxilio de los débiles, acudió raudo y veloz en auxilio del gran capital, que con los hechos del 11 de septiembre de 2001, las reservas de los gobiernos ricos fueron usadas para ir en auxilio de las aerolíneas y que con la crisis bancaria de 2008, el Estado asistencialista, malo cuando asume la seguridad social de los pobres, es bueno para rescatar a los bancos.
Ahora observamos podredumbre por doquier, ya antes se había observado, que existía la denominada economía subterránea del narcotráfico, pero con este de la corruptela, solo el saqueo y el robo de los recursos naturales del planeta permite parangonar el desastre. La migración del Este intra europeo, de Oriente y Africa, hace colapsar a Europa. La misma que saquea e históricamente ha saqueado esos continentes.
Volviendo al tema de los partidos, subyacen dos preguntas ¿Es la corrupción el mal o es el sistema? Está demostrado que el modelo global es excluyente, que concentra los recursos y que pone a todos a pagar hasta por el aire. Pero ¿puede vivir sin corrupción? Al parecer el mal de fondo es su incapacidad para vivir sin corrupción, el tema entonces es si dejará el mundo nueva vez bajo las férulas del totalitarismo o si será capaz de renovar el sistema democrático con el republicanismo de las fórmulas de Platón.
Es obvio que las élites políticas como las élites económicas son las culpables del desastre y no las clases subalternas como en principio nos hizo creer el neoliberalismo. Por tanto, Piketty siguiendo a Marx, tiene mucho que decirnos. Pero más que eso, Pareto ha de mostrarnos la existencia de un modelo donde la corrupción de las elites no sea modélica. Casi estamos prestos a afirmar que Luigi Ferrajoli, es decir el mundo de la filosofía del derecho y del Estado Constitucional, tienen más que decirnos que el sistema de partidos políticos. Quienes asumieron el decisionismo de Carl Schmitt en la reforma constitucional de 2010 y 2015 contraponiéndolo al integracionismo cultural de Peter Haberle, sabían lo que hacían. DLH-5-2-2017