El domingo a las cinco de la tarde llegué a la Puerta del Conde (que es como llegar a encontrarse espiritualmente con aquellos ilusos muchachos de Febrero) y me sentí muy alegre cuando vi tanta gente en filas para estampar su firma, con cédula y todo, contra la corrupción y la impunidad. En fin, ¡me sentí ciudadano!, que es la categoría más alta de la existencia social; más alta que escribir sueños, gritos y celebraciones cada día; más alta que rumiar rabia y tristeza silenciosamente; más alta que perder el tiempo medrando del tiempo por el tiempo mismo…(Y para eso, ciudadanamente hablando, ya no tenemos tiempo).