La izquierda revolucionaria que otrora controlaba los principales frentes de masas junto con el entonces poderoso PRD ha perdido su influencia en la gente y se ha reducido enormemente. Apenas se perciben pequeños grupos, aislados y atomizados en provincias, municipios y parajes muy lejanos del país y de las mayorías.
Las condiciones están dadas para el surgimiento de un pensamiento y una práctica de izquierda que permita el surgimiento de un partido nacional que asuma con responsabilidad y determinación la lucha popular haciendo oposición radial al gobierno del PLD que cada día hunde más el país en el estiércol de la corrupción.
Con todo lo que está sucediendo en el país, con un gobierno que se cae a pedazos, la voz de la izquierda no se escucha por ningún lado. Los precios de los combustibles suben todas las semanas, al igual que los productos de primera necesidad; la deuda externa se incrementa, la delincuencia y la criminalidad azotan a la población, la corrupción se multiplica, y la oposición de izquierda no se ve, ni se siente en las calles, como en el pasado no tan lejano.
Desde 1966 se realizan elecciones en el país de manera ininterrumpida, con la participación de la izquierda, en la mayoría de las veces unida con los “partidos del sistema” que terminan absorbiendo a muchos de sus dirigentes, corrompiéndolos y aburguesándolos.
Los procesos electorales van y vienen sin que los grupos revolucionarios alcancen, por sí mismos, alcaldes, senadores, diputados y concejales. En 50 años no han formado un líder o un grupo de dirigentes que actuando colegiadamente se constituyan en la vanguardia de la lucha popular.
Las elecciones pasadas han debido ser motivo de profundas reflexiones sobre el papel que jugaron los partidos que afirman no pertenecen al sistema, pero que actúan en el sin mayores reparos. El porcentaje de votos alcanzados fue mínimo, ridículo, diría, apostando a una “segunda vuelta” que hasta los chinos de Bonao, que ya se mudaron para la capital, sabían que no se produciría.
Me pregunto, ¿qué están haciendo los dirigentes de esos partidos para revertir su fracaso y convertirlo en éxito? ¿Seguirán divididos y tirándole piedras a la luna mientras ladran como perros callejeros sin hogar? ¿Qué pretenden? ¿Volver a las calles para buscar firmas que les garanticen otra vez el reconocimiento perdido para de nuevo hacer el papelazo de los comicios anteriores y hacerle el juego al PLD que es quién más provecho obtiene de la dispersión izquierdista? ¿Seguirán los “lideres” de esos grupos ensoberbecidos creyéndose dueños de la verdad, pero sin una estrategia que los conduzca al triunfo?
Con el desmoronamiento de los partidos tradicionales ha debido surgir otra fuerza política que no sea el Partido Revolucionario Moderno que aún no termina por diferenciarse de los demás y sigue empantanado en las mismas ideas y prácticas malsanas, aunque a veces hace amagos por marcar distancias con el PLD, el PRD y el PRSC, lo cual, de lograrlo, podría desplazar al partido oficial, ya agotado después de cuatro periodos consecutivos caracterizados por el endeudamiento, la corrupción, la descomposición ética y moral, la delincuencia, la violencia y la inseguridad ciudadana.
Como van las cosas, todo parece indicar que para el 2020, otra vez la lucha electoral será entre el PRM y el PLD. Es una pena que no podamos decir que existe una opción democrática y revolucionaria, con una visión de país distinta a la existente. Aún están a tiempo de corregir los errores y reencausar sus pasos, pero se requiere humildad y vocación de servicio.
Reúnanse y discutan los problemas dentro de un marco de franqueza absoluta desprovistos de prejuicios pequeños burgueses y pónganse de acuerdo para crear un partido o un bloque unitario con una sola dirección y una línea política con una táctica y una estrategia acorde con lo que pasa en el país y en el mundo.