Podría empezar diciendo ‘‘que nadie nos quite el derecho a soñar’’, pero en este caso prefiero cambiar la narrativa, y decir: ‘‘que no se nos olvide que debemos soñar’’. Los sueños son el motor que nos impulsan a nuevas metas, nuevas acciones, nuevas opiniones, y por consecuencia, un futuro prometedor. Los grandes luchadores de la historia, más que luchadores, han sido grandes soñadores. La utopía es la base de la revolución, y la revolución es la base del cambio.
Puede sonar como tontería, pero imagínese usted, que se ha dedicado a leer estas líneas, como sería una sociedad donde nadie sueñe nunca, donde se viva en un conformismo eterno, y que el opio venga sin ilusiones… ¿Qué sería de nosotros? Esta pregunta no es retórica, pues vemos la respuesta de lo que seríamos de olvidar que podemos soñar, y es que seríamos nada más y nada menos que robots, siguiendo instrucciones paso por paso, desde el nacimiento hasta la muerte, donde el propósito de cada quien viene en un sobrecito instantáneo, y aquel que no lo siga será por siempre un inadaptado.
Nacer, reproducirse, morir.
La única forma que tenemos de retar los cánones y paradigmas de una sociedad es pensando de manera diferente, y pensar de manera diferente al status quo no es nada más que un sueño. Que no nos mate la costumbre, que el poder de la mente trascienda, y que gane la esperanza y la fe de lo distinto y de romper nuestros límites mentales, como persona y como sociedad.
En el mes de la patria dominicana mi reflexión es: Seamos metamorfosis.