Por Paulino Antonio Reynoso Reynoso
La clase política dominicana no ha sabido ofrecer una propuesta que responda a los clamores populares. Cuando algunas organizaciones o líderes politicos tuvieron el valor y la valentía de hacer una propuesta que ponga en cuestión los intereses de los poderosos y los tradicionales explotadores del pueblo dominicano, han sido víctimas del poder político, económico y militar incubado en la República Dominicana para destruir las frescas y liberadoras ideas libertarias de Juan Pablo Duarte, Gregorio Luperón y todos los que renunciaron a la cobardia para asumir sus responsabilidades patrióticas.
En el 1994 acepté el reto que me hicieron algunas organizaciones políticas y, por encima de todas las adversidades, fui candidato a la presidencia. Sabía muy bien que no conquistaría la presidencia en esas elecciones, pero sacrifiqué mi vida profesional y los compromisos familiares para abrir un espacio a la esperanza y enviarle un metamensaje a los hombres y mujeres de mi país de que siempre “se puede”. Nuestra propuesta era revolucionaria. Fuimos los primeros en plantear una “Ley de Partidos Políticos”, el 23 de diciembre del 1993. Pero teníamos unos partidos políticos y unas organizaciones sociales y empresariales cómplices de la destrucción y de la calamidad de nuestro pueblo. Esos sectores no sólo nos enfrentaron, sino que llegaron al bajo nivel de decir que yo era un representante del comunismo y de la Iglesia Católica. Mayor perversidad no podría haber, pero recuerden aquella frase de que con el poder no se juega. Ellos estaban defendiendo su poder de destrucción.
Así ocurrió con otros proyectos políticos después de la muerte de Trujillo. Todos han sido enfrentados y sepultados bajo los perversos intereses de una clase dominante desenfrenada y ansiosa de poder sin importar cómo venga ni de dónde venga.
Los partidos políticos del sistema están ahora compelidos a seguir cultivando un estado de podredumbre y perversidad o abrir sus puertas a los militantes y dirigentes que entiendan que el país no puede seguir hundiéndose en este muladar. Como decimos en nuestro país “o te tiras o te jondeas”.
Odebrecht y sus imperiales incursiones en la clase política empresarial latinoamericana es un caso que debe frenar las travesuras de una clase política abusadora, insaciable y destructora.
En medio de este muladar estamos en la antesala de la esperanza.
El autor es político y escritor dominicano.