En nuestra vida cotidiana, vivimos asediados y conmocionados por múltiples situaciones especiales que muchas veces nos hacen perder las perspectivas. Atravesamos por una época donde el irrespeto, la falta de cuidado y ayuda a los demás y la desobediencia, son elementos normales para los ciudadanos.
Quienes albergamos en nuestros corazones la bendición del Dios Todopoderoso, tenemos la obligación de ser obedientes y sumisos a quienes son responsables de nuestras vidas y a los niveles de autoridad en todos los órdenes. Ser obedientes no significa de ninguna manera ser esclavos, siervos o dejar que se aprovechen de nosotros. Significa asumir de manera consciente que hay autoridades por encima de nosotros que determinan el curso de nuestras vidas y que debemos saber escuchar y seguir sus consejos.
Dios, nuestro Creador y Padre Celestial, nos llama a ser obedientes. Y es que la obediencia trae grandes bendiciones. Cuando nuestras vidas se llenan de un sentido claro de obediencia a Dios, El nos llena de recompensas, nos abre puertas que nadie puede cerrar y le da real sentido a nuestras vidas. Dios es un Dios de obediencia, amor y bendición.
En nuestra vida cotidiana cuando obedecemos hay beneficios, pero cuando desobedecemos hay serias consecuencias. El Salmo 143:10 expresa: “Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud”. Estar en obediencia es trabajar diariamente para que la voluntad de Dios, nuestro creador y guía, se haga siempre en nuestras vidas, sigamos su palabra y nunca tomemos una acción que vaya contraria a sus normas y ejemplos.
En la Biblia encontramos muchos ejemplos de vidas bendecidas por haber sido obedientes. Por ejemplo, el caso del general sirio Naamán, narrado en 2da de Reyes capítulo 5. Este general era jefe del ejército sirio, era muy famoso, ganaba muchas batallas, era un héroe, pero tenía lepra.
En ese tiempo la lepra era una enfermedad que no solo mataba a las personas, sino que las estigmatizaba y separaba de la sociedad. El general Naamán fue donde el profeta Eliseo para curar su lepra y este le dijo que fuera al río Jordán y se zambullera 7 veces. Para el orgullo del general Naamán eso era un irrespeto. Pero uno de sus súbditos le dijo que obedeciera para que la bendición de Dios cayera sobre él. Naamán fue obediente y se curó de la lepra. Fue bendecido.
Y es que la obediencia es la llave de la bendición. La primera obediencia debe ser a nuestro Dios porque él está por encima de todo. Dice la Biblia en Hechos 5:29 que “es necesario en nuestras vidas cristianas, obedecer especialmente a Dios y no a los hombres”.
En segunda lugar, debemos obedecer las reglas y normas en nuestros hogares. Los padres deben obedecer a Dios y lo hijos obedecer a sus padres. Y seguir la línea de obediencia en cada área de nuestras vidas: Empleados obedecer a sus jefes, ciudadanos obedecer a las autoridades de gobierno y creyentes obedecer a sus pastores.
Para caminar en la vida en la ruta correcta, nunca olviden esta orientación de Dios: La obediencia trae bendición.