Los políticos y otros actores de opinión pública deben tener presente que la humanidad vive una nueva era en la comunicación y que ese nuevo paradigma los obliga a asumir otro tipo de conducta en sus exposiciones públicas para tratar de atenuar las consecuencias.
Unos quince años atrás la comunicación era prácticamente unidireccional, es decir, que el emisor era dueño y señor de la palabra y podía incluso controlar los efectos y las repercusiones de lo que hacía.
Un poco más recientemente, los medios electrónicos, básicamente la radio, empezaron a permitir un tipo de comunicación más abierta con el advenimiento de los programas interactivos, es decir, la modalidad de espacios que ha proliferado, en los cuales los oyentes o televidentes ya no son convidados de cemento sino parte integral de los mismos.
Pudiéramos incluir también los diarios digitales que abrieron espacio de comentario a los lectores, aunque muchos posteriormente los cerraron debido al desbordamiento de las pasiones y a lo engorroso que se les hizo poder filtrar la participación del público.
Sin embargo, con los nuevos paradigmas de la comunicación a partir de la irrupción de las redes sociales, los actores de opinión—en especial los políticos y los funcionarios públicos—están obligados a medirse en la exposición pública, pues la verdad ya no es la verdad en sí, sino la que se fije en estas nuevas herramientas de la comunicación.
No vamos a discutir si eso es bueno o es malo; incluso pudiéramos advertir que estas nuevas reglas en la interacción de los referentes con el resto de la sociedad no es enteramente buena, a partir del uso irresponsable y a veces pernicioso que muchos dan a las redes sociales.
Lo que debe quedar claro es que ya no existe la verdad como tal. Incluso hay quienes hablan de la post-verdad, un concepto muy difícil de elaborar y mucho más de digerir pero que dice mucho de lo que se percibe como real y lo que es real.
Es evidente que Felucho Jiménez no tomó en cuenta esta nueva realidad de la comunicación al decir que la mayoría del Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana tenía conocimiento de la sobrevaluación de obras por parte de Odebrecht.
Debido a que el debate actual en torno a la conducta delictiva de la empresa brasileña gira en torno al soborno y no—por ahora al menos— acerca de supuestas sobrevaluaciones de obras, las redes sociales retorcieron lo dicho por el político, creando una corriente de opinión que pretendió establecer una mentira como verdad. En medio de esa corriente de desinformación y de manipulación, surte poco efecto el desmentido-aclaración de Felucho.