Desde que tengo conciencia, escucho constantemente cómo diversas personas califican de una manera trágica cuando un conocido, familiar u otra persona no alcanza sus objetivos o metas, de manera que lo etiquetamos como “Fracasado”, pero resulta que las sociedades han creado un sin fin de etiquetas para definir lo que es bueno, malo, el éxito y el fracaso, esto ha llevado a que muchas personas dejen de creer en sí mismo, dejen de luchar por sus sueños, y luchar por los sueños de otros, que supuestamente nos brindan la estabilidad social que necesitamos, por otro lado observamos cómo también los sistemas educativos cuantifican a las personas donde la mínima nota es ser mal estudiante y la máxima nota es ser un excelente estudiante.
Sencillamente, el mundo nos vende la idea del éxito pero no nos prepara cuando el éxito no nos toca la puerta. En este mismo orden, se puede definir el fracaso como una experiencia de vida que permite replantear la metodología para alcanzar los objetivos propuestos.
Lo primero que debemos desarrollar, para poder emprender a partir de un fracaso, es la capacidad de evaluar nuestro proyecto de vida, si lo tenemos, de lo contrario evaluar los objetivos de lo que queremos alcanzar para poder determinar si las acciones que se están implementando son los correctos, si los tiempos se están cumpliendo como se espera, y así poder discernir si alcanzaremos los objetivos, de ser negativo el análisis, tenemos que aceptar, aprender y reimpulsar nuestros objetivos.
Lo segundo es entender que las experiencias adversas a los que queremos alcanzar siempre van a ser un aprendizaje significativo que permitirá poder ver la realidad de nuestro entorno desde otra perspectiva, y así observar las oportunidades más idóneas para replantear nuestros objetivos, utilizando todo lo aprendido en el camino para alcanzar la meta de manera eficiente. En cuanto a esto, podemos acotar lo expuesto con una frase citada por Henry Ford “El fracaso es la oportunidad de empezar de nuevo, con más inteligencia”, considerando que la inteligencia es la capacidad que tiene un individuo para enlazar el conocimiento explicito con el tácito, con la finalidad de tomar decisiones acertadas.
Por último, es importante tener la capacidad de permanecer soñando, ya que mantener y alimentar siempre nuestros sueños es lo que permite que cada caída que sufrimos la transformemos en una oportunidad clara para seguir luchando y caminando hacia la cima de la gran montaña del éxito, la cual solo alcanzaremos desde nuestro interior, que es el lugar donde siempre vamos a encontrar la gran sabiduría que Dios nos sembró en nuestro corazón, y a partir de ese amor vamos a lograr todos los objetivos propuestos en la vida.
“Construye el éxito con Amor, y verás cómo alcanzas cada una de tus metas de la mano de Dios” Hugo José Parada Leal