Aquella familia, ubicada en un escenario humilde, tenía intrínsecamente un gran interés por la superación de su prole en buena lid. Ese propósito le llevó a cambiar de escenario en más de una ocasión en pro de un objetivo que consideraba primordial e ineludible: la escolaridad de sus hijos.
El padre y la madre eran modelos a seguir en las respectivas áreas que les identificaba, pero la mamá no cogía corte de ninguna índole si no había escuela para los hijos y entonces se trasladaban a otro lugar, obstinada en dejar huellas positivas en su descendencia.
El interés de esos progenitores tuvo el fruto esperado al ver a los hijos convertidos en profesionales en ejercicio en las respectivas áreas a la que se dedicaron.
Esa formación dio lugar a que otros familiares siguieran la ruta de la escolaridad. De ahí que es elemental que padre y madre se involucren en dar una buena formación a sus muchachos.
Lo anterior conlleva estar atento a lo que hacen los hijos e incluso observar con quienes se juntan, por aquello de que una mala oveja echa a perder un rebaño.
El padre o la madre deben involucrarse asistiendo a las reuniones que convocan los colegios y/o escuelas, conversar con el maestro o maestra sobre el comportamiento del alumno, revisar sus tareas e indagar si salen del plantel.
Ese seguimiento es fundamental y evita ulteriores pesadillas. Si son menores se debe controlar lo que ven en las redes sociales. Con la convulsión tecnológica hay que tener cuidado respecto a lo que conviene o no ver a los hijos que adolecen de madurez para reflexionar adecuadamente..
Las huellas positivas no son fruto de la nada, sino de la constancia en lo que se persigue. No pocos padres se quejan del desvío de sus vástagos. A veces da brega encausarlos por el carril correspondiente, pero se puede lograr. Tú puedes.
31-03-2017