Ha sido algo cíclico que en los premios que entrega Acroarte, Casandra antes hoy Soberano, se produzcan desaciertos, un año más que otro. Lo interesante es que en el seno de ella se han abierto los espacios para producir las correcciones, y se han hecho. Es complejo echar adelante ese proceso que concluye con el ceremonial, y durante 33 años Acroarte lo ha conseguido y ha logrado el respaldo público.
No dejo de reconocer que de un tiempo acá ha habido descuido en proceso evaluativo, que se ha resquebrajado hasta cierto punto el rigor institucional que pudieran prever tales desaciertos, y que Acroarte exhibe un desfase frente a los el impacto del desarrollo tecnológico en la transformación del entretenimiento y que requiere actualizarse en torno o lo que representa en el mundo de hoy la industria cultural en general. Incluso, que directivas en las últimas décadas han desechado las experiencias de ex directivos en el manejo de este premio, todo por malquerencias y mezquidandes internas, que aunque no abundan, existen.
Pero lo que quiero acentuar es que no vayan a pensar que ha sido tarea fácil mantener por 33 años un premio con elevados estándares de calidad y credibilidad, al punto que sea exhibido en el mundo como un orgullo de nuestra dominicanidad, tratándose de un país de poco respeto a las normas incluidos los gremios y donde como dice el refrán, lo bueno dura poco.
En estos logros, los aportes de la Cervecería Nacional Dominicana han sido muy importantes. Que durante 30 de esos 33 años, esta empresa y Acroarte hayan permanecido aliadas, ha sido posible por la transparencia, confianza y capacidad de diálogo entre ambas, incluso en momentos de tensiones, algo poco común en nuestro ambiente. (Y así ha sido desde que me tocara en el 1986 encabezar las negociaciones que hicieron posible que la Cervecería pasara a patrocinar dicha premiación).
DE su lado, la membresía de Acroarte ha hecho sus aportes, no solo cumpliendo con rigor el proceso de evaluación y elección de los ganadores cada año, sino que en una muestra de madurez, no se ha cegado de la ambición del dinero que genera anualmente esta premiación.
Y eso ha sido posible, además, a las críticas y celo del público, cuando como ahora, incluso en las redes sociales, se ha entendido que algo no anduvo bien. Creo que Acroarte debe escuchar hoy, como lo hizo ayer, esas voces de descontento y hacerles saber que las escucha, y debe plantearse acciones para rectificar en el futuro los errores que pudieran haberse cometido. Y al público, que contribuya con sugerencias, no abogando como solución a que los Premios Soberano desaparezcan, sino a que Acroarte siga superándose y logre enderezar los entuertos si existieran.
Hay que decirlo, para que se escuche, los Premios Soberano no representan una gran ganancia económica para Acroarte como lo pudiera representar para los productores y otros que intervienen en ella, y en el seno de la entidad eso se sabe, pero siempre se ha preferido tocar punto económico como el de mayor interés, para que no ocurra como sucedió con las causas que obligaron al cambio de nombre.