El Partido de la Liberación Dominicana no debió volver al poder jamás tras la experiencia del periodo 1996-2000 que fue un verdadero desastre con la corrupción campeando en todas las esferas del Estado, además de la incompetencia en el manejo de la cosa pública. Tan malo fue ese gobierno que el pueblo lo sustituyó.
El gobierno del Partido Revolucionario Dominicano, que encabezó Hipólito Mejía, debió descabezar al PLD sometiendo a la justicia y encarcelando a sus principales líderes y despojarlos de los bienes adquiridos fruto del tráfico de influencia y la prevaricación. Elementos había de sobra para terminar con la peste morada. Aunque se hizo el intento, faltó voluntad y coraje.
Pero el PRD no ha sido nunca un partido unificado con planes a corto y largo plazo. El PRD ha sido por años la suma de las ambiciones personales y grupales que le han impedido coherencia ideológica y propósitos estratégicos. El gobierno de Hipólito también lo era del presidente del Senado y de la Cámara de diputados, del presidente del partido, muchos de los cuales se dedicaron a torpedear o impedir las políticas públicas del mandatario.
Además de la crisis bancaria, que costó al país más del 20% del PIB, otros elementos, como la desunión y el proyecto reeleccionista que, como ha señalado autocríticamente el propio Hipólito, fue una “metida de pata”, impidieron que el PRD se mantuviera en el poder.
La cosa es que el PLD volvió al poder, pero con el propósito de no abandonarlo nunca más. Sus dirigentes principales, Leonel, Danilo, diseñaron un plan que consistía en apoderarse de todas las instituciones del Estado bajo el mando de un grupo reducido (Comité Político) que, utilizando todos los recursos se convertirían en el grupo económico más grande y poderoso de la nación.
Para evitar contratiempos, era necesario liquidar la oposición, lo cual lograron comprando y destruyendo prácticamente, primero al Partido Reformista, luego al otrora poderoso PRD. Las bases del PLD quedaron aniquiladas con los programas de asistencia sociales, las nominillas y otras prebendas.
¡El PLD se adueñó del país corrompiéndolo!
No hay una institución estatal que no gire a su alrededor, que no controlen. En los hechos el PLD es un partido único. La democracia en sus manos es una caricatura, una farsa que sólo sirve para legitimar la continuidad de un gobierno ineficaz y corrupto que ha elevado la deuda externa a niveles inimaginables con sus consecuencias devastadoras en el futuro cercano.
(Lo más cercano a una oposición seria y responsable la encarna hoy el Movimiento Verde que agrupa a decenas de organizaciones no partidarias integradas por ciudadano principalmente de clase media)
El PLD después de 20 años barajando el conocimiento y aprobación de una ley de partidos y movimientos políticos, más la ley de garantías electorales, dice que está de acuerdo con su aprobación en lo que resta del año. ¡Por fin!
Me temo que la nueva ley sea un mamotreto, un instrumento legal que no sirva para nada, un zarpazo gatopardiano. Cambiar para que todo siga igual, es decir, el uso de los recursos del Estado, la compra de dirigentes, el transfuguismo, los fraudes electorales, las Fuerzas Armadas y la Policía al servicio del partido único, etc. Una ley que legitime lo ilegitimo. Danilo tiene su Congreso. Y lo tiene para que haga lo que él mande.
La dictadura constitucionalizada del PLD solo puede ser derrotada con un movimiento, verde, blanco, azul, Rojo, incluso de un sector morado, que sea capaz de movilizar a las grandes mayorías para llevar al gobierno a su propia legalidad, como exigiera en una ocasión Juan Bosch al régimen de Balaguer.
En un país donde existe un Partido Único (una dictadura), ¿qué ley de partidos puede conocerse y aprobarse? La que el PLD decida, a menos claro, que el pueblo le arranque con su lucha una que garantice un marco jurídico democrático donde la equidad y el respeto al derecho ciudadano permitan elecciones libres y transparentes.