Un partido cartel sería aquel cuya corporación dirigente ejerce el poder para su beneficio directo en alianza con otras corporaciones político-empresariales que cooptadas permiten la existencia de dicha hegemonía corporativa.
Si observamos bien el ejercicio peledeista del poder, notaremos que independientemente de quien sea el Presidente de la República y del partido en el poder, los dirigentes corporativos siguen en la cúspide del gobierno, es más, existen familias enteras que al formar parte de la corporación dirigente están en masa y de forma continua en posiciones estatales no por nepotismo sino porque forman parte de la corporación. Por tanto, nos encontramos ante una verdadera corporación política que ha sabido hacer alianzas con otras corporaciones políticas dirigentes de los partidos tradicionales como de los emergentes los que a su vez, controlan otros partidos políticos. Han construido una hegemonía desde el ámbito de la partidocracia nacional, de una manera tan diversa y natural que los espectros de izquierda a derecha están integrados a la hegemonía de poder imperante. No para el bien común o voluntad general sino para beneficio particular o de grupos, como los caracteriza el lenguaje de Juan Jacobo Rousseau.
Si a lo anterior añadimos la integración del capital transnacional primero y del frente oligárquico nacional después, notaremos que existe un Estado fuerza al servicio de la clase dominante así integrada. Es así como los políticos empresarios han podido delimitar territorio respecto de los empresarios políticos. Esto así porque a dicha integración puede incorporarse todo sector que no cuestione a los demás grupos que forman parte del frente hegemónico o que no se encuentre en conflicto con otro u otros. Debido a ello, es que la ley de partidos políticos no ha sido votada en casi 20 años, pues se ha hecho un consenso perverso entre todos los distintos miembros del frente partidocrático para no aprobar dicha pieza legal, pues las pérdidas económicas, o bien los repartos a que tiene derecho cada grupo podrían perderse con una norma específica. De manera que tenemos un grupo hegemónico que no necesita de reglas para sostenerse en el poder, pues mutuamente se tiran la toalla. Constituyendo la ley de partidos políticos una amenaza a las lisonjas de que disfrutan.
La debacle del Partido Reformista nunca significó la pérdida de sus privilegios en tanto y cuanto “partido mayoritario.” Más adelante, el PRD ha entrado a un estado similar al del partido Reformista Social Cristiano, por lo que se ha hecho compromisario de tal estado de cosas, precisamente desde este punto se explican los conflictos internos del partido del gallo colorao. Pues en su momento de poder fue el primero en conservar los privilegios a los reformistas. Pero no son los únicos, resulta que los pequeños partidos de izquierda y de derecha, también forman parte del festín con solo hacer una alianza o con conseguir reconocimiento electoral de la Junta Central Electoral e inmediatamente, se adhieren a las ventajas del poder del frente partidocrático- empresarial.
Todo lo anterior, significa que no se está gobernando para el pueblo sino para los grupos hegemónicos.
Parafraseando a Lenin, se puede afirmar que la cúpula de partido que se autodefine como “corporación” no trabaja desde el Estado por el bien común, pues olvida las bases de sus partidos, su doctrina y al pueblo. En polémica con V. Levitski, que contraponía a la idea de la hegemonía la idea del ‘partido de clase’, Lenin afirmaba de modo insistente: ‘Desde el punto de vista del marxismo, una clase que niegue la idea de la hegemonía, o que no la comprenda, no es, o no es todavía, una clase, sino una corporación [es decir, un mero sindicato de oficio] o una suma de diversas corporaciones’. Cuando alguien ha dicho que al PLD le falta humildad está hablando precisamente de esto, pues se ha quedado en ser corporación sin llegar a comprender que la hegemonía de que le ha dotado el pueblo no es para enriquecer a una camarilla ni para servir a la oligarquía y a la partidocracia, es para hacer realidad el Estado Social, es para construir una democracia sin injusticias ni privilegios, como decía un viejo caudillo más inteligente y que fue capaz de sacar a mucha gente de la pobreza asumiendo una postura cesárea, la cual, es más equilibrada que las acciones del partido cartel o corporación en razón de que distribuye mejor los bienes de la sociedad. Y es, añadía Lenin, ‘justamente la conciencia de la idea de la hegemonía’ la que ha de transformar ‘una suma de corporaciones en una clase’ (Obras completas, XVII)” (141). “No es fácil encontrar una definición más incisiva para subrayar la diferencia entre corporaciones y clase, y es precisamente la conciencia de esta diferencia la que sostiene toda la teoría gramsciana de la hegemonía” (141-142).
Cuenta Luciano Gruppi, que Gramsci, “En el ensayo sobre la ‘cuestión meridional’, el último de sus escritos antes de su encarcelamiento, Gramsci puede aclarar perfectamente la cuestión de la hegemonía del proletariado, sin que necesite usar el término: ‘El proletariado, para ser capaz de gobernar como clase, debe despojarse de cualquier residuo corporativo, de todo prejuicio o incrustación sindicalista. ¿Qué significa esto? Significa que no sólo deben ser superadas las distinciones que existen entre profesión y profesión, sino que es necesario […] superar algunos prejuicios y vencer ciertos egoísmos que pueden subsistir y subsisten en la clase obrera como tal, incluso cuando ya han desaparecido de ella los particularismos profesionales.’ (La quistione meridionale, 1926).” (142). En el caso dominicano, una camarilla integrada por los jefes de partidos gobiernan para grupos sin que les importe la suerte de los pobres componentes de las bases de sus partidos ni la clase trabajadora ni la clase media, ni los campesinos y demás marginados. Es así como surge la violencia y la inseguridad ciudadana que se respira.
La crisis que el PLD espera desterrar por vía reglamentaria en el presente mes luego de semana santa, apunta a desmoronar el partido cartel o corporación y regresar a la tesis boschista sobre el partido y la nación, pues en Bosch no hubo exclusiones sino inclusiones, aspiraba a un partido de unidad nacional para llevar felicidad al pueblo desde posiciones de consenso donde el gobierno actuara siempre respetando las reglas, los principios y los valores de la democracia. Lo que implica que es necesaria la ley sobre partidos políticos. DLH-10-4-2017