Lo he dicho otras veces: No soy cristiano. No pertenezco ni creo en ninguna religión. No creo en “la otra vida”, mucho menos en el paraíso y en el infierno, donde irían santos y pecadores. Estoy convencido de que no hay mayor infierno que el de la tierra donde, como explica el premio nobel de economía Joseph stiglitz, gracias a la desigualdad el 1% de la población tiene lo que necesita el 99%; un mundo donde, con la mitad de los alimentos que deshecha (bota al zafacón) la gente de los países desarrollado, se alimentaria al resto de la humanidad.
Dicho de otro modo, no creo en Dios ni en Diablo. “Los macarras de la moral” que denuncia el cantautor español Joan Manuel Serrat no me convencen, ni la Biblia ni el Corán. No digo como Santo Tomás: “Ver para creer” porque a veces veo y no creo, otras veces creo y no veo. No me describo como agnóstico. Creo en la ciencia y en la evidencia, en preguntas y respuesta, en las manos que fueron desarrollando la creatividad, la riqueza y la ciencia que nos transformaron en lo que somos hoy como raza humana, única e indivisible más allá del color de la piel, del pelo, lacio o crespo, y de los ojos, negros, azules o verdes. La ciencia ha demostrado que solo existe una raza: La humana. Y que los países son un invento de los hombres, igual que las fronteras, porque todos, los del Norte y los del Sur, tenemos un solo hogar: El Planeta que torpemente estamos destruyendo sin percatarnos de que nos destruimos nosotros mismos.
No soy católico ni evangélico, ya lo he dicho, pero en “Semana Santa”, que solo sirve para contar heridos y muertos, donde se cometen todos los “pecados” habidos y por haber, donde se vulneran todas las leyes habidas y por haber, me ha impactado un video que corre por las redes donde un entrevistador le dice a un señor que el año pasado murieron más de mil 700 personas en accidentes de tránsito.
-¿Cuántas personas cree usted que sería una cifra aceptable?- pregunta el periodista.
-después de pensarlo el hombre dice: 70.
-¿70 le parece bien?- cuestiona.
-Si- Contesta el señor.
Una multitud se acerca con una niña al frente…
-Así se ven 70 personas- le señala el comunicador.
El hombre mira sorprendido el grupo. –Pero esa es mi familia- ¡Grita!
-¿Cuántas personas considera que deben morir por accidentes de tránsito? –le pregunta de nuevo.
-Cero- Responde con lágrimas mientras abraza a su pequeña hija junto con la esposa y los demás familiares que corren a su encuentro. Me pareció dramático y conmovedor. No sé quién lo produjo, pero me pareció conmovedor.
Más de un millón de personas mueren todos los años y más de 5 millones heridas por accidentes de tránsito causados mayormente por exceso de velocidad, inobservancia de las leyes, alcohol y otras drogas, entre otras razones. En los países de ingresos altos el número de accidentes se reducirá considerablemente en los próximos años, pero aumentará en los de ingresos bajos, según el informe mundial.
De acuerdo con le Organización Mundial de la Salud, la República Dominicana es el segundo país en tasa de muertes por accidentes de tránsito, con 41.7 fallecimientos por cada 100 mil habitantes, solamente antecedida por la isla Niu, en el Pacifico, que tiene 68.3%, según publica el Diario Libre. Ello se debe al sistema vial (carreteras en mal estado, señalización incorrecta, pocas vías, escasa o ninguna vigilancia, cero consecuencias, violación constante de la ley, etc.
Los “Operativos de Semana Santa” son un reflejo de la falta de educación ciudadana, el mal estado de las carreteras, incumplimiento de la ley, consecuencia cero para los infractores, porte de armas de fuego, violencia, promoción de bebidas alcohólicas, etc.
Para reducir el número de muertes y heridos en las calles, avenidas, carreteras y autopistas de nuestro país es preciso adecuar las vías iluminándolas, señalizándolas, protegerlas, educar a la gente, prohibir drásticamente el uso del alcohol, armas de fuego, y dotar a las autoridades del equipamiento adecuado. De lo contrario seguiremos ocupando los primeros lugares en el mundo con las consecuencias de muertes y heridos que las estadísticas señalan. ¡No más muertes en nuestras carreteras, no más!