La dama de hierro del peledeismo vaticina que los reglamentos que la dirección del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), se propone poner en vigor a partir de la reunión que llevará a efecto el Comité Político de ese partido, el próximo 19 de abril, permitirá la expulsión de varios dirigentes de esa agrupación política. De ser cierta esa versión, salida de los labios de esa connota dirigente de las huestes moradas, como reseña la prensa escrita, estaríamos ante un nuevo revés para la fortaleza institucional de ese partido, pues de autoritarismo estamos más que hartos. Lo que ese y los demás partidos políticos nacionales requieren, es democracia interna. Ese partido estuvo durante la vida de su fundador, basado en el centralismo democrático.
A tal efecto, era un partido de líderes que practicaban la democracia interna de abajo hacia arriba, es decir, desde la base y la dirección media hacia la cúpula. Desaparecido el líder fundador, dicho partido entró en un proceso de masificación que lo ha convertido en la principal agrupación política del país, pero a expensas de la pérdida de su disciplina interna.
Claro, una mirada detenida sobre ese proceso, permite establecer que no han sido las bases ni la dirigencia media los que han incurrido en indisciplina. La misma es practicada por su cúpula, es ahí donde se debe buscar la falla. Esto así porque, primero, es a partir de la toma del poder político en alianza con el balaguerismo, que la disciplina empezó a mermar, debido a que, de pronto, se empezó a hablar de que no debía primar la racionalidad boschista del partido sino la real polítik del poder, el cual había sido tomado como resultado de una alianza que limitaba el accionar del partido y lo invitaba a cohabitar con fuerzas políticas de derecha y con liados de la izquierda. La verdad es que esto se tradujo en el abandono del centralismo democrático, es decir de las bases del partido y de su dirigencia media, las que fueron paulatinamente abandonadas a su suerte mientras emergía una nomenclatura en torno a individuos de toda laya que usaban el poder para enriquecerse al tiempo que convertían todo activismo político en un asunto que se resuelve con dinero por oposición a la vieja práctica de basarla en la disciplina, las ideas y el compromiso. Lo cual pudo tener sentido en el primero de los mandatos de gobierno del PLD, pero a partir del segundo, dicho argumento carece de legitimidad, más bien ha sido un instrumento manejado por la cúpula para mantener su control sobre el partido.
Esos individuos convirtieron el partido no en un partido de masas sino en un partido de cuadros de los que describe Maurice Duverger como los que dieron origen a los primeros partidos burgueses, los cuales eran sostenidos por burgueses con suficiente dinero como para permitirse gastarlo en activismo político. Los partidos de masas operan sobre una racionalidad muy diferente a esa, por tanto, es falso el argumento de que la masificación transformó al PLD. Esto es, de un partido de centralismo democrático, el PLD ha derivado en un partido primitivo, donde la cúpula lo es todo y las bases no son nada. En los partidos de masa ocurre exactamente lo contrario. Es sintomático y demostrativo a la vez, el reparto por regiones que cada miembro del Comité Político y del Comité Central realizan junto a aliados que se encargan de hacer campaña teniendo como ideología al Dios dinero. De modo que si se va a hablar de autoritarismo este debe aplicarse a la dirección política de dicha entidad. La que está obligada a realizar procesos electivos internos que permitan la renovación de sus dirigentes, dejando atrás los pactos de aposentos que reparten el control del partido indefinidamente entre sujetos que deberían estar en la cárcel.
Es lamentable que en momentos en que se discute una ley de partidos políticos el autoritarismo sea la divisa con que se pretenda resolver problemas que han sido creados por falta de democracia interna. Tanto la proyectada ley de partidos como las direcciones de los partidos deberían saber: que existe un marco constitucional que define, orienta y pauta las actividades de los partidos políticos y los convierte no en verdugos de la democracia sino en sostén de la misma.
Así las cosas, sería conveniente que la señora German se preocupase un poco más por la democracia al interior de su partido, particularmente, en lo referente a la participación femenina en la dirección del partido tanto en la cúpula como en la dirigencia media y la base. Este podría ser un aporte inestimable que haría la llamada dama de hierro del peledeísmo.
Por demás, si dichos reglamentos lo que buscan es que una facción tome el control, o que los repartos sin democracias continúen rigiendo la vida interna de ese partido, podrían caer en el marco de la inconstitucionalidad, la cual, podría ser invocada por cualquiera que resulte afectado independientemente de que milite o no en dicho partido, pues la responsabilidad que la Constitución de la república pone sobre los partidos políticos no está sujeta a la existencia o no de una ley de partidos. DLH-16-4-2017