El mundo respiraría tranquilo si se produce un encuentro entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump y el líder norcoreano Kim Jong-un, como se anticipa que podría ocurrir aunque todavía no parece que sea a corto plazo.
Trump acaba de revelar que:” Me honraría reunirme con él en las circunstancias adecuadas”, según un despacho de Bloomberg News, desde Washington.
Los contactos diplomáticos para acercar a Estados Unidos y Corea del Norte siguen intensificándose a una escala inimaginable hace una década, lo que evitaría una confrontación armada entre ambos países.
Particularmente el presidente de la República Popular de China, Xi Jinping, viene haciendo esfuerzos denodados para que la crisis en la Península de Corea ante la presencia de buques de guerra estadounidense no toque fondo.
El gobierno de Corea del Norte, por su lado, ha intensificado los ejercicios militares de su poderosa estructura de defensa y ha lanzado varios misiles nucleares aunque por el momento ninguno ha alcanzado objetivo específico.
Ya se sabe el potencial bélico de la República Popular Democrática de Corea del Norte, cuyo líder Kim Jong-un, ha reiterado que si es atacado por Estados Unidos “nos defenderemos con el poder de nuestras armas”.
Obviamente que un conflicto nuclear en esa zona arrastraría también a Corea del Sur y Japón, dos naciones aliadas de Washington con estructuras balísticas destructivas.
La realidad es que todos esos países poseen arsenales de armas nucleares y por tanto la única salida para evitar una tragedia de proporciones inimaginables en el mundo es a través del diálogo civilizado, en un ambiente de prudencia, tacto y sentido común.
“Si fuera apropiado verle, desde luego que lo haría, me honraría hacerlo”, expresó el presidente estadounidense, resaltando la condición de unas “circunstancias correctas”.
Nuevo Escenario
Aquí lo importante es apreciar que ese planteamiento de Trump abre un nuevo escenario donde se coloca la comunicación civilizada por encima de la confrontación, la descalificación y las amenazas.
Es un ejercicio elocuente de lo cambiante que es la política manejada desde la conducción del Estado porque lo que hoy son enemigos a muerte mañana pueden acercarse aunque sea circunstancialmente.
Ahora hay que esperar la respuesta del liderazgo político y militar de Pyongyang ante las declaraciones del gobernante norteamericano.
De producirse este histórico y esperado encuentro entre los principales líderes de Estados Unidos y Corea del Norte, el ganador de inmediato seria la paz mundial porque estaríamos evitándole a la humanidad una guerra nuclear con suficiente capacidad para pulverizar el planeta.
El Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) consciente de la peligrosidad reinante en la Península de Corea ha insistido en la búsqueda de la vía del diálogo para dirimir este conflicto.
La estrategia militar de Corea del Norte está fundamentada en involucrar en el radio de acción del problema a Corea del Sur y Japón ante un posible ataque estadounidense. ¿Qué
implicaría esto?
Que las autoridades norcoreanas se defenderían también de esos dos países asiáticos lanzando hacia sus territorios ataques de misiles nucleares con un saldo de destrucción incalculable y de impacto global de la crisis provocando simultáneamente la alarma de la comunidad mundial.
Entonces la respuesta militar no se concentraría simplemente en una franja de la Península de Corea sino que adquiriría dimensión continental y las consecuencias negativas se extenderían a todo el planeta.
De ahí, que las autoridades niponas estén demandando una salida al impasse partiendo del establecimiento de un diálogo directo entre sus principales actores.
Ello explica el ¿por qué? Estados Unidos ha desplegado baterías antimisiles en el área buscando proteger a sus “fieles aliados” si surge un sorpresivo ataque norcoreano en la zona.
Informaciones desde Corea del Norte insinúan que los estrategas de seguridad en Pyongyang no descartan un ataque masivo sobre Corea del Sur y su posible toma, aprovechándose incluso de la crisis política en que está sumergida después de la destitución por el parlamento de la presidenta de esa nación, Park Geun-hye, por cargos de corrupción.
La Mediación de China
El principal mediador ha sido la República Popular de China a través de su presidente, Xi Jinping, quien a comienzo de abril habló con su homólogo norteamericano, Donald Trump, en su club privado de La Florida abordando una agenda diversa incluida la situación de Corea del Norte.
Esta mediación del gigante asiático es fundamental no tan solo por tener entre sus aliados políticos y militares a Corea del Norte, sino igualmente por ser la segunda economía mundial.
El propio presidente Trump ha calificado a su colega chino como “un gran amigo” con el que se puede conversar aunque haya de por medio diferencias que abordar.
“Es un gran honor tener al presidente de China y a su increíblemente talentosa esposa, una gran, gran celebridad en China y una gran cantante, aquí en los Estados Unidos”, dijo Trump mientras brindaba junto a sus invitados en el complejo de Mar-a-Lago, la residencia de Trump en Florida.
La tensión prevaleciente en la península coreana tiene más de 60 años, luego de culminar la Segunda Guerra Mundial en 1945, lo que determinó que Estados Unidos y la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) establecieran el paralelo divisorio 38 de las zonas de ocupación para separar el norte del sur.
Una franja militar de ambos países custodia 24 horas todos los días del año la zona fronteriza desmilitarizada con la adopción de un dispositivo de medidas de seguridad extrema.
Allí “nadie es amigo de nadie” y no hay conversación entre los integrantes de ambos cordones militares separados por una franja amarilla. Un caso único en el mundo.
Jueves, 4 de mayo del 2017