Varias intervenciones militares en países de América Latina incluida República Dominicana, han sido precedidas de escándalos de corrupción y de malos manejos administrativos del Estado.
Entre 1906-1911 el país estuvo dirigido por el presidente Ramón Cáceres, uno de los gobernantes dominicanos más corruptos que registra la historia nacional.
Desde el poder instituyó una estructura mafiosa y endeudó la nación de manera escandalosa.
El gobierno de Estados Unidos ejercía presión para que las autoridades dominicanas pagaran la deuda que tenía el país ascendente a unos 40 millones de dólares.
Ese nivel de deuda creció considerablemente durante el desastroso gobierno del dictador Ulises (Lilís) Heureaux del Partido Azul, asesinado en la ciudad de Moca en trama orquestada y ejecutada por Cáceres y su primo Horacio Vásquez, el 26 de julio del 1899.
En los años de 1911-1930 la República Dominicana vivió en medio de circunstancias políticas de inestabilidad continua, caracterizada por un acelerado descalabro político, económico, moral e institucional; conspiraciones, intervención militar de Estados Unidos, golpes de Estado, dictaduras y un ambiente de desesperanza colectivo.
Al finalizar el siglo XVIII e inicio del siglo XIX la República Dominicana estaba sumergida en una profunda crisis política y una degradación social generalizada que era alimentada por la corrupción administrativa en sus principales instituciones públicas.
Cáceres y la Invasión del 1916
El gobierno de Ramón Cáceres allanó el terreno para que Estados Unidos invadiera la República Dominicana por primera vez entre 1916-1924.
La firma de la denominada “Convención Dominico-Americana” implicaba concesiones adicionales no tan solo para el control de las aduanas y del sistema financiero local sino que también daba apertura a una intromisión directa de EE.UU. en el territorio nacional, a cambio de la renegociación de la deuda que finalmente fue establecida en 17 millones de dólares y el otorgamiento de un crédito de 20 millones de dólares a través de un banco de Nueva York para saldarla completamente.
¿Qué pasaría si de repente las economías y el poder político de América Latina pasan a ser dirigidos por los organismos financieros mundiales?
O de que volvamos a la época de las intervenciones extranjeras por parte de las principales potencias del mundo.
Algunos de los que combatieron con las armas y encendidos discursos ese intervencionismo, hoy tienen acaudaladas riquezas gracias a la corrupción.
Como van las cosas en Latinoamérica ante la avalancha corruptiva y destrucción de sus principales instituciones tendrán que ser los organismos mundiales quienes controlen sus economías, lo que equivale a una intervención directa en los asuntos internos de los países que conforman la región.
A los pobres latinoamericanos les daría lo mismo porque están frustrados, cansados y arrepentidos de tantos gobiernos incapaces, corruptos y abusadores que hemos tenido en los últimos cincuenta años.
La corrupción administrativa ha provocado que aumente la pobreza en nuestros pueblos; que los servicios públicos sean más deficientes, que tengamos déficits de escuelas, acueductos, hospitales, carreteras y aumento del desempleo, delincuencia, falta de oportunidades para los jóvenes y una creciente crisis moral e institucional.
Es una corrupción que envuelve a los sectores públicos y privados unidos en una perversa alianza para acumular riquezas, evadir el pago de impuestos y estrangular aún más a los trabajadores y sectores profesionales con bajos salarios y reducción de conquistas laborales.
El robo del patrimonio público está carcomiendo la vida de millones de personas a la vez que crea un espacio social cargado de incertidumbre y mucha frustración.
La gente ya no cree en nuestra justicia y mucho menos en los partidos políticos cuyos principales líderes acumulan fortunas que nunca podrán justificar. Ocurre esto en todo el continente y uno de los casos más notorio es la mega corrupción de la Odebrecht, transnacional brasileña cuya estructura de sobornos ha hecho triza el liderazgo político de por lo menos 14 países de América Latina.
En Brasil piden destitución de Temer
Este escándalo puede sacar del poder al golpista Michel Temer, acusado de recibir sobornos de la empresa al igual que la destituida mandataria Dilma Rousseau.
Diversos sectores de Brasil siguen manifestándose en las calles pidiendo la destitución de Temer quien ha reiterado que no abandonará el cargo porque según él, ello sería admitir haber recibido sobornos.
Los principales asesores del gobierno de Temer han presentado renuncia a sus cargos agudizando aún más la crisis política en que está sumergida la nación suramericana. Ahora las autoridades buscan detener las protestas aunque desistieron de lanzar el ejército a las calles para controlar esas manifestaciones escenificadas en las principales ciudades como Rio de Janeiro, Sao Paulo y la capital, Brasilia.