Conocí personalmente a José Ramón Peralta en la ciudad de Nueva York creo que en 2008 cuando se desempeñaba como presidente de la Junta Agroempresarial Dominicana (JAD). Sabía de él lo que se sabe de un hombre cuyas actividades privadas se convierten en medianamente públicas, sobre todo para los periodistas.
Me fue presentado por Osmar Benítez, vicepresidente ejecutivo de esa entidad que agrupa a miles de empresarios del sector en toda la República Dominicana.
Sucedió con ocasión de una feria de productos nacionales montada por el Centro de Exportación e Inversión (CEI-RD) con el propósito de que productores dominicanos lograran conexiones de negocios que les permitieran nuevos mercados o fortalecer los ya existentes, teniendo la ciudad de Nueva York como eje central para esas relaciones, por muchas razones estratégicas.
Durante algunas de las actividades sociales de la feria intercambié por breves momentos con JR, en los cuales me formé una buena imagen del empresario agropecuario y futuro ministro.
Un par de años después la política nos permitiría cierta cercanía cuando tuve algunas tareas en el área de la comunicación del proyecto presidencial de Danilo Medina, básicamente durante la precampaña.
Peralta tenía un papel destacado tanto en el área de la comunicación como en otros aspectos relevantes en el equipo central de Danilo antes de las primarias del Partido de la Liberación Dominicana y más todavía tras la elección del actual presidente como candidato en junio de 2011.
La última vez que hablé de manera formal con JR Peralta fue, si no recuerdo mal, a mediados de septiembre de 2012 cuando me recibió en su despacho del Palacio Nacional. Posteriormente le he visto un par de ocasiones, una de las cuales en la campaña electoral de 2016.
Sin embargo, esa distancia no es obstáculo para advertir sobre las claras evidencias de que contra el actual ministro administrativo de la Presidencia se ha tejido una campaña que procura desfigurar su imagen, no como político—en definitiva todo el que incursiona en la actividad política debe asumir entre los riesgos la eventualidad de que le difamen—sino como empresario, que tengo entendido ha sido su campo fundamental.
Esta campaña de descrédito la inició un dirigente del Partido Revolucionario Moderno, la que, justamente por esa condición, se le puede atribuir un interés meramente político impulsada por un opositor.
Pero a las denuncias formuladas por ese político han seguido algunas provenientes de empresarios que apuntan al núcleo principal de las actividades de Peralta, es decir, su condición de hombre de negocios.
¿Plantean estas situaciones que sólo los políticos profesionales se arriesguen al desempeño funciones de gobierno? Es como para que lo sopesen quienes no desean verse en el ojo del huracán difamatorio.