Es verdad que en República Dominicana ya no existen aquellos "taínos" (aunque si los indios de la célebre cédula de identidad) que vivieron en una isla descubierta en 1492 conocida en la actualidad como Hispaniola, Quisqueya o República Dominicana. El lector no opinaría lo mismo si visitara la ciudad de Antigua, primera capital de Guatemala, donde es notorio el rasgo indígena de los pobladores. Es cierto que veinte años no es nada como dijo Gardel, solo que no se imaginó que en un período de tiempo tan corto, según su parecer, los políticos de América Latina y el Caribe resolverían los problemas económicos de los países en el menor de los plazos pregonando un progreso material que aumente le esperanza de vida en 70-75 años, es decir, tres veces mayor que los 20-25 años de los taínos de hace 525 años.
De seguir así las cosas el rápido progreso material de las naciones superaría con creces los 969 años del famoso personaje bíblico Matusalén. Regresaríamos pues a la creación del mundo, pasando por los tiempos Matusalén, donde la esperanza de vida era inmensamente mayor que los 20-25 años de los taínos. Lo increíble es que desde que el mundo es mundo nadie se imaginaba que organismos internacionales de financiamiento también incrementarían la esperanza de vida impulsando el progreso material de las naciones con la intención de superar los actuales 70-75 años de vida, todavía una ridiculez si lo comparamos con los tiempos de Matusalén.
Al parecer el clamor en los países de América Latina y el Caribe ha sido aumentar tres veces mayor la esperanza de vida en comparación con los pobladores del siglo XV resolviendo en el corto plazo los problemas económicos con la mano amiga de organismos internacionales de financiamiento. Pero el axioma "bíblico-taíno-financiero" se enmarcaría en la historia universal teniendo en cuenta los 20-25 años de los taínos, los 70-75 años de los tiempos actuales y el reto de superar los 969 años de Matusalén basado en un progreso material resultante del financiamiento externo. Aún así en la esperanza de vida es donde tendría su contradicción el financiamiento externo y el costo de la vida ya que en los tiempos de Matusalén no se conocía la inflación y la esperanza de vida era mucho mayor que los tiempos modernos.
Pero dejemos atrás los tiempos bíblicos y retornemos al siglo XX en plena Era de Trujillo cuando el financiamiento externo era prácticamente nulo, la economía creció y el país progresó, pues si haber vamos a todo crecimiento económico se le llama progreso en cualquier época; o hay que llamarle progreso para estar a tono con la temática del crecimiento económico de los nuevos tiempos. Quizás no estaría equivocado si dijera que la esperanza de vida de los dominicanos en el Estado de la Era de Trujillo era mucho mayor que la de los taínos y los tiempos modernos. Para eso tendríamos que tomar en cuenta las variables absolutas y relativas ajenas al quehacer político. A pesar de la dictadura el costo de la vida no era catastrófico. Tampoco lo fue hasta 1982, cuando las cosas comenzaron a cambiar. Entre 1966-1978 fueron muy bajos los niveles de financiamiento externo y muy altos los niveles de inversión pública con recursos propios (Presupuesto General del Estado).
En todos los gobiernos que hemos tenido, incluyendo el Estado de la Era de Trujillo, se ha invertido en autopistas, carreteras, puentes, caminos vecinales, viviendas, calles, avenidas, autobuses de transporte público, hidroeléctricas y demás obras hidráulicas; canales de riego, acueductos, plantas de tratamiento de aguas negras, sistemas de alcantarillado, puertos, aeropuertos, muelles marítimos, viviendas de bajo costo, hospitales, escuelas y edificaciones educativas, entre otros. En los últimos tiempos hemos visto, además de algunos de lo anterior, las circunvalaciones, elevados, túneles, pasos a desnivel, corredores ecológicos, el Metro, planteas generadoras de electricidad, sistemas de transmisión y empresas de distribución de electricidad; proyectos de saneamiento ambiental, la Barquita, nuevas escuelas, centros de atención infantil, Sistema Nacional de Emergencia 9-1-1, entre otros. O sea que nada es nuevo en la viña del Señor.
Lo que no hemos visto desde 1961 y después de la desaparición del "Patrimonio Empresarial del Estado de la Era de Trujillo" es el comportamiento del Estado (sector público) como sector económico como otro cualquiera para crear riqueza material partiendo de sus propias entrañas con la finalidad de eliminar la desigualdad social en combinación con el sector privado, para lo cual es necesario un pacto por la productividad entre ambos sectores (Ref./Google: "PIB 2.0 – Pacto por la Productividad", "Colonialismo estatal", "Populismo productivo", "Insuficiente crecimiento de la productividad", "El Estado como sector económico", "Productividad y competitividad", "Estado productivo o populista", "Neoprogresismo populista y democrático", "El PIB cuando Trujillo", "Teoría de la Desigualdad", "Galaxia económica", "PIB público y privado", "Mi sincera respuesta al Banco Mundial", "Ministerio de la pobreza", y "Financiamiento y desigualdad", entre otros).
Espero que el lector pueda sacar sus propias conclusiones a partir de estas publicaciones, no tanto en lo que concierne al crecimiento y el desarrollo económico como tal sino como manera distinta de justificar el crecimiento económico junto con la inversión pública y privada para aumentar el empleo y reducir la pobreza (desigualdad) en términos absolutos. En este punto la inversión pública (obras de infraestructura) no es solo lo importante sino también la generación de riqueza material traducida en una mayor cantidad y diversidad de bienes y servicios de parte de ambos sectores. Si esto se plasma dentro de un pacto por la productividad quizás nuestra esperanza de vida deje atrás los "100 años de soledad" de Gabriel García Márquez, teniendo en la mira en los 969 años de Matusalén. Entonces el financiamiento externo ayudaría mucho para desterrar la desigualdad siempre y cuando los sectores público y privado se pongan de acuerdo para tales fines.
Observando este asunto de los 70-75 años de esperanza de vida de los dominicanos también habría que tomar en consideración lo que dijera en una ocasión Odile Rodin, esposa de Porfirio Rubirosa, quienes visitaron República Dominicana en 1957 en viaje de luna de miel. Una vez en el país ella dijo que encontró un estado "muy moderno, muy americanizado, autopistas, casas con aire acondicionado y con cuartos de baño de último estilo". También dijo:: "En la playa, entre los cocoteros, no lejos había unas chozas de paja alrededor de las cuales corrían unos negritos con vientres enormes. Pero gracias al cielo luminoso, al mar, a los colores, al calor, no se sentía la miseria de la gente pobre".-
Considerando esas opiniones vemos que tanto la miseria de la gente como la esperanza de vida tienen diversos matices e interpretaciones. Todo depende de cómo se mire o del cristal con que se mire. En cualquiera de los casos, al igual que en el real o supuesto progreso que se deriva del crecimiento económico, hay que detener la miseria para medir el bienestar nacional en términos absolutos y no en términos relativos. Faltaría que los horizontes de grandeza (sectores público y privado) se pusieran de acuerdo para no confundir el crecimiento con el desarrollo o progreso económico sino con la igualdad económica que debe prevalecer para el justo o debido manero de todo lo que es absoluto y relativo. Desde los tiempos del descubrimiento de América los taínos y las distintas clases de indios que se derivan de la antigua cédula de identidad dominicana conforman una constante histórica que se destapa de tiempo en tiempo o ante cualquier tipo engaño. Es por eso que muchas veces la gente se pregunta: Y todavía tu crees que hay indios?