Por Manuel Volquez.-Desde el año 2000, hace 17 años, en la República Dominicana se han suicidado más de 8,000 personas y al cierre del 2016 proyectó una tasa de 5.7 suicidios por cada 100,000 habitantes, inferior al promedio de 7.3 que la Organización Panamericana de la Salud estima en las Américas como región.
Los datos registrados por la Policía Nacional y compilada por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) presentaron un aumento de esos casos desde 2007, aunque empezó a descender ligeramente en 2013.
En los tres primeros meses del año 2017, las autoridades reportaron las muertes por esa vía de 113 personas, 18 menos que el año pasado en el mismo periodo, siendo los hombres con edades entre los 45 y 54 años los que más incurrieron en esa acción (un 84%), mientras que el restante 16% corresponde al sexo femenino.
Si bien el vínculo entre el suicidio y los trastornos mentales relacionados con la depresión y el consumo de alcohol está bien documentado en determinados países, muchos suicidios se producen por diferentes causas, siendo los hombres los más dados a tomar esas decisiones.
Ya los suicidas no son sólo hombres y mujeres. También citamos casos de algunos menores y adolescentes que en los últimos meses se han colgado o envenenado. Unos lo han hecho por soledad, angustia, abandono, rechazo de los familiares o nostalgia al ver morir a sus padres; otros, por rabietas cuando los tutores les niegan dinero o regañados por otras razones.
Se agregan como causales en los adultos, el desempleo, desigualdad o iniquidad social, las violaciones sexuales y embarazos no deseados, problemas financieros, las rupturas de relaciones sentimentales, deudas y enfermedades crónicas. Son factores que generan impotencia y desesperación en los ciudadanos con mentalidades más débiles.
Todos los anteriores, son elementos que inducen al suicidio, sobre todo en los adolescentes. Se trata de suicidios inducidos que dejan luto en los hogares. La inducción al suicidio es un delito que consiste en ejercer una influencia física o mental sobre la víctima para conseguir que en un momento dado conspire contra su existencia.
Es una conducta penada por tratarse de una figura muy similar al homicidio o asesinato, que no debe confundirse con el suicidio asistido, en el cual se da apoyo a una persona que tiene voluntad propia de suicidarse.
El derecho al suicidio no existe y las leyes dominicanas no tipifican esta muerte como un delito, pero no evitarlo, sí. Inducir es convencer a otra persona a que se mate. Por tanto, la omisión de evitar o no prestar ayuda puede ser considerada un delito. Pero evitar un suicidio no constituye una infracción, pues cada quien tiene derecho a quitarse la vida cuando guste.
He escuchado a muchas personas decir: “Yo nunca me suicidaría; eso es de gente cobarde”. Y eso no es así.
Cualquiera comete ese error. Es un asunto coyuntural o de circunstancia. Lo mejor sería decir “yo creo que no lo hago”, pues todo dependerá de que no se despierte el demonio o bestia que dicen llevamos por dentro.
Se necesita desarrollar de inmediato una amplia campaña nacional para reducir estas muertes, una tarea que debe involucrar al Estado, los profesionales de la conducta, iglesias, medios de comunicación, políticos, universidades, médicos, educadores y otros sectores.