“Con la revolución, todo. Contra la revolución, nada.” Fidel Castro.
La de Venezuela es historia de los países latinoamericanos repetida como tragedia, dejando una estela de dolor y luto que suele llenarse con la tinta sangrienta de los periódicos que forman parte de la trama que termina aniquilando los anhelos de justicia y libertad de los pueblos.
Hace días escribí las redes sociales que “a pesar de que Maduro es resultado de la voluntad popular, como lo fue Chávez, pero la desfasada “clase política”, que controlan los medios de comunicación nacionales y extranjeros, nunca han dejado de conspirar para derrocarlo.
Los “chavistas” no han tenido un solo día de paz desde que llegaron al poder.
La crisis que hoy sacude a ese país hermano, donde murió nuestro padre de la patria, Juan Pablo Duarte, no la produjo Chávez, ni la profundizó Maduro tras la muerte del líder; la crearon los grupos económicos y políticos que durante muchos años gobernaron y mantuvieron al pueblo en la pobreza a través de un sistema corrupto que marginaba la población arrinconándola en los cerros como animales hasta que colapsó.
Por más elecciones, plebiscitos y referéndum, etc., que han ganado los chavistas, esos grupos se han tratado de derrotarlos con actos sediciosos, violentos y criminales. Esa oligarquía nunca aceptó su desplazamiento, ni se resignó a su derrota. Por el contrario, planificaron su salida del poder por cualquier vía, incluyendo el asesinato del presidente Maduro, un golpe de Estado, incluso una invasión militar de sus aliados estadounidenses. La vía legal, constitucional, democrática, no fue una opción.
Lo que estamos viendo en hoy en Venezuela con el presidente Maduro ya lo vimos en Chile, Paraguay, Uruguay, Argentina, Brasil, Granada, Ecuador, Bolivia, Perú, Colombia, Panamá, Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Cuba, Haití, Puerto Rico y República Dominicana, entre otros: Desabastecimiento de alimentos y medicamentos, apagones, crímenes, delincuencia callejera, sabotajes, cacerolazos, terrorismo, protestas en las calles dirigidas por personas que nunca han carecido de nada, alzamientos militares, jueces y congresistas convertidos en lacayos y marionetas. El método es el mismo.
Las grandes cadenas de medios de comunicación de Estados Unidos y de los propios países intervenidos, propiedad de los oligarcas, crean opinión pública nacional e internacional para desacreditar gobiernos elegidos por los pueblos, como en Brasil que los corruptos hicieron saltar del poder a Dilma Rousseff siendo una presidente honesta. (Algo parecido sucedió en Chile en 1973 con el derrocamiento de Salvador Allende; en la República Dominicana en 1963 con Juan Bosch, etc., etc., etc. La historia es larga y sangrienta)
No es la izquierda revolucionaria, socialista, comunista, transformadora y democrática la que quiere derrocar a los “bolivarianos”, es la derecha y la ultraderecha, pro imperialista, para hacer de Venezuela, otra vez, un país dependiente; una colonia que sepa decir “sí señor” y “no señor” cuando el amo lo ordene.
El gobierno que encabeza Maduro, acosado y acorralado por esos grupos patrocinados por Estados Unidos y la oligarquía, ha cometido errores en el manejo de la crisis. Ahora bien, no por ello debemos colocarnos del lado de quienes, calificando al presidente Maduro de “dictador”, piden a gritos un golpe de Estado, una guerra civil o una invasión militar que los lleve de nuevo al poder. ¡No! ¡Jamás!
La prensa no debe enajenarnos ni manipularnos con mentiras vulgares y con medias verdades. Esa prensa no informa, desinforma, no orienta, desorienta. Esa prensa forma parte de la conjura contra el gobierno y el pueblo venezolano.
Sigo creyendo en la autodeterminación de los pueblos, en la solidaridad internacional sincera; rechazo el intervencionismo de las potencias que se creen dueñas del mundo, que amparadas en su poder económico y militar imponen gobiernos, asesinan presidentes, financian golpe de Estados, etc.
Es una lástima que países latinoamericanos apoyen a Estados Unidos en sus afanes por derrocar al legitimo gobierno de Venezuela, que países como República Dominicana, que ha sido intervenido en tres ocasiones, en 1965 utilizando la odiosa Organización de Estados Americanos (OEA), igual que pretenden hacerlo ahora en Venezuela; que padeció un golpe de Estado que produjo una revolución, respalde al imperio y sus lacayos contra un pueblo hermano.
No obstante, la última palabra la tiene el pueblo venezolano. Ojalá no se equivoque y permita el retorno de los buitres, porque entonces sí, llorará lágrimas de sangre.