Nicolás de Ovando junto con Bartolomé Colón son considerados los primeros urbanistas de la isla hispaniola, luego dos siglos de oscurantismo urbanista conducen a que a fines del siglo XIX, Lilis emprenda planes urbanísticos importantes en la ciudad de Santiago y realice una conexión ferroviaria del llamado Este de la isla, es decir del territorio que ocupa la República Dominicana conforme al Tratado de Aranjuez de 1777, el cual ha sido objeto de importantes fisuras por las periódicas incursiones de los habitantes del Oeste de la isla. El más importante de entre ellos fue el Tratado de 1929, época en que se cuantificó en unos 10 mil kilómetros cuadrados las pérdidas de territorio operadas por diversos motivos que podrían ser objeto de otros comentarios.
El caso es que a raíz de la implementación de la industria azucarera, surgió en dominicana el germen del capitalismo que haría aparecer ciudades importantes como San Pedro de Macorix, Barahona, Santiago, etc., ciudades donde el urbanismo hizo aparición, pero no será sino con el fin de la Primera Guerra Mundial cuando el boom azucarero de los años veinte del siglo XX, harían florecer esas ciudades. Pero con el paso del huracán de San Zenón en 1930, todo el urbanismo entraría en crisis y, a la vez, en un renacer que configura la República Dominicana moderna, tocándole a Trujillo el mérito de reconstruir la ciudad bajo los más actuales parámetros de ciudades modernas.
El urbanismo de Trujillo no ha sido estudiado más que bajo la pasión, su sesgo autoritario y la megalomanía del personaje, pero todos incurren en análisis simplistas. Muerto Trujillo, Balaguer, primero poetisa la ciudad de Santo Domingo, denominándola “Guía Emocional de la Ciudad romántica”, para luego pasar a ser un gran urbanista de la misma: el urbanismo social, es decir, la ciudad pensada como asiento humano en el plano social. Es el creador de los grandes pulmones verdes de la ciudad y las principales avenidas con jardineras centrales, los cuales constituyen la única forma de recreación de la villa, pues los parques canquiñas del señor Roberto Salcedo y el Zooberto, son grotescas moles de cemento donde el mercurio de sus constructores fue más importantes que las necesidades ciudadanas y que los principios urbanísticos. El nativo de Navarrete buscó construir un muro urbanístico de la clase media contra los extremos políticos y para crear su propia base de sustentación política con resultados muy positivos, pues su impronta urbanística todavía marca la ciudad moderna.
A Isis Duarte, César Pérez, Amparo Chantala y Faustino Collado, entre otros, les ha tocado exponer las limitaciones del modelo balagueriano de ciudad. Esto es: la ciudad de Santo Domingo tiene su anti urbanismo en la marginalidad urbana propia de una ciudad con desarrollo capitalista caótico como describe Federico Engels a la Londres inglesa del siglo XIX, en su libro titulado “El problema de la vivienda en Londres.
El señor Leonel Fernández entra dentro de los grandes urbanistas de Santo Domingo, pues la construcción del Metro de Santo Domingo y la creación de una red vial nacional, lo inscriben dentro de los gobernantes que han pensado la ciudad, no bajo levantamiento de demandas sociales especificas sino bajo el concepto de gobernantes faraónicos, esto es: gobernantes que buscan satisfacer su ego personal legando a sus pueblos obras urbanísticas en las que su nombre perdurase, al estilo de los faraones egipcios como de los emperadores romanos, guardando las distancias y los tiempos. Claro, ahora se añade el ingrediente de que muchas de las obras urbanísticas y de infraestructuras así realizadas buscaban resarcir a ciertos financistas de campañas electorales. De ser ciertas esas opiniones entonces más que una democracia lo que tenemos es una plutocracia. No obstante, esas críticas, la verdad es que sus elevados, pasos a desnivel y túneles, han sido un paliativo importante al caos del tránsito en la ciudad y el metro es una obra dirigida directamente a los ciudadanos de a pie de las periferias que los habitantes de Villa Mella, Los Alcarrizos, Herrera, etc., aprecian grandemente.
El caso es que así llegamos a David Collado, joven sindico que dice haber pensado su ciudad ideal pero que habiendo ganado unas elecciones, el pueblo le ha dado la oportunidad de que ponga sus pensamientos en práctica.
La verdad es que, en David Collado, más que nada, se refleja una vocación fiscalista del municipio urbanístico, el hombre le ha dado con ordenar la ciudad con base a multas, pero todavía no está claro cuál es su plan, pues ha continuado la tradición de sus antecesores en el puesto de romper el malecón, el paseo de la Churchill, construir algunas aceras y contenes, etc. Pero sin ninguna novedad significativa hasta la fecha. Y, como los recursos disponibles nunca son suficientes, los vecinos tendrán que pagar caro el haberle votado.
Sigue con la práctica de no ordenar ni crear parqueos comunales pero si multar a vecinos carentes de ofertas de aparcamientos en la ciudad. Es decir, sigue la tradición de la arbitrariedad. A pesar de que los ediles de sus cabildos se muestran abiertos e incluso hacen uso de la democracia deliberativa en los diferentes sectores, pero no se sabe si son acciones individuales o el producto de planes específicos. Por ejemplo, tanto el personal del ayuntamiento como los AMET entienden que los únicos que obstruyen la circulación son los vecinos de urbanizaciones y de grandes avenidas, los comercios no. Esto así porque son innumerables el número de comercios carentes de parqueos y por tanto obstruccionistas de la circulación de vehículos y de peatones que prosiguen impunemente su tradición anti ciudad.
Volveremos sobre el tema, pero anticipamos que los diálogos con la ciudadanía, no deben ser momentos para imponer ideas sino para crear consenso de nuestra ciudad, no sobre el pensamiento individual de alguien de quien se comenta, está fuertemente implicado en intereses de grupos que no necesariamente son los criterios mayoritarios ni los requerimientos técnicos de lugar, ni las prioridades de la ciudad. Sería mejor primero ordenar con base a la ley, y luego colocar arbitrios sobre asuntos cuya solución los ciudadanos queden conformes con la solución planteada y ejecutada. DLH-7-7-2017