Llama mucho la atención unas declaraciones del médico Rafael Sánchez Español, presidente del Consejo Administrativo del Hospital Metropolitano de Santiago (HOMS), sobre el ejercicio de la medicina en la República Dominicana.
Este profesional decía que el pago de incentivos a algunos galenos para lograr referimientos de pacientes hacia determinados servicios médicos, se está generalizando en el país, al extremo que instituciones privadas que se niegan a entrar en esa práctica antiética están viendo mermar los ingresos de pacientes, lo que a su juicio coloca en peligro su sostenibilidad.
Pone como ejemplo su Centro de Cáncer, que maneja menos pacientes de los que debería en sus salas de radioterapia, pese a que dispone de la más alta tecnología en aceleradores del Caribe, ya que al no permitir los incentivos o sobornos médicos, ese servicio se ve en la mayoría de ocasiones ignorado.
Con esa preocupación, este profesional quiso dejar claro la realidad de esa práctica y las dificultades que genera a las instituciones de salud que ponen la calidad de la atención de ciudadano por encima de lo económico.
Él es de opinión que estas acciones son importadas, que ocurren en los centros de radioterapia, en centro de imágenes, en laboratorios y hospitales públicos y privados, deben ser erradicadas con presteza, porque el contagio ha sido rápido y el tratamiento debe ser radical.
Entiende que urgente que esa situación lastima al paciente y a sus familiares, los cuales, además de la desgracia de padecer una enfermedad, entran en una crisis económica para poder asegurar el tratamiento del enfermo y que es evidente que esa situación corrompe el sistema de salud.
Como muchos dominicanos honestos, el doctor Rafael Sánchez Español estima que a nivel mundial la salud se está convirtiendo en un negocio, que para los que toman la profesión con vocación, les ha costado aceptar esa bochornosa realidad (lo de bochornoso lo agrego yo).
Su crítica desenmascara a los centros médicos que realizan referimientos de pacientes fuera de sus centros de servicios, “aduciendo argumentos no verdaderos como que son instituciones con mejor calidad para sus estudios, y es sencillamente porque son retribuidos con incentivos directamente proporcionales a la cantidad de procedimientos referidos”.
Sánchez Español se refiere al tema al comentar una serie de reportajes que ha estado publicando el Listín Diario donde recoge denuncias de funcionarios y especialistas que narran cómo ha ido creciendo en el ejercicio de la medicina el pago de sobornos o la entrega de regalos u otras gratificaciones para que médicos u otros servidores de la salud refieran a sus servicios privados los pacientes cuando tienen que someterse a tratamientos o realizarse algún estudio diagnóstico.
Las preocupaciones de este galeno ponen de manifiesto la codicia y el afán de lucro rápido de algunos profesionales y retrata la falta de un modelo regulador que evite esos negocios.
Sin embargo, le faltó decir que algunos médicos sonsacan a los pacientes de los hospitales públicos para las clínicas privadas donde tiene consultorios; también recomiendan hacerse análisis en laboratorios específicos y que recetan medicamentos producidos por empresas farmacéuticas cautelosamente escogidas, que son las que les pagan viajes de estudios y conferencias en el exterior o vacaciones en los mejores resorts.
Esas situaciones me recuerda a la doctora canadiense Ghislaine Lanctot, autora del controversial libro “La mafia médica”, quien con mucha valentía denuncia el lado podrido del sistema de salud a nivel mundial. En mi próxima entrega daré algunos detalles de esta obra, que le costó a la autora la cancelación de su exequatur.